Sobre Mí:
Inicialmente pensé en escribir un relato sobre algunas
experiencias recientes. Quise escribir
algo breve, pero al pensar donde iniciar, me di cuenta que la historia atada a
mis experiencias recientes no inicia en el pasado reciente. Entonces empezaré por contar desde el
principio. Empezaré compartiendo eventos
no recientes y consecuentemente esto que escribo será largo. Decidí que tengo que empezar desde el origen.
Nací y crecí en Ciudad Juárez, México -la ciudad a la
cual el cantante Juan Gabriel le llama la frontera más bonita del mundo. Para mí si lo es. Juárez es también “tierra de mujeres fuertes
y hombres bien parecidos”. También creo
que eso es cierto. --es broma--
En Cd. Juárez comienza la historia que estoy a punto de compartir. Gracias por tu interés en leer esto que incluirá detalles algo íntimos.
En Cd. Juárez comienza la historia que estoy a punto de compartir. Gracias por tu interés en leer esto que incluirá detalles algo íntimos.
Aclaro algo: odio las redes sociales. Lo menciono porque creo que ese medio va en
contra de algunos de mis principios.
Allí abunda gente (no todos) que vive de auto-promoverse: “ve este logro mío”, “ve que comí hoy, donde me divertí, y con
quien me codeo”. Eso no va conmigo. Hasta hace muy poco tiempo decidí abrir una
pagina de Facebook. Lo hice con mucha
batalla. Pues había durado muchos años
evitando caer en el juego de las masas.
Si bien fallo y en ocasiones se me puede acusar de auto-promoción, es un
hecho que trato de evitar hacerlo. Por
ese enfado hacia la auto-promoción he decidido escribir este relato de forma
anónima y usando un alias: Ramón Chingón.
No me llamo Ramón, ni soy chingón.
Esa es la verdad. El propósito de
compartir lo siguiente no es para auto promoverme sino para compartir y
divertir.
Pensé en escribir mis vivencias y quedármelas solo
para mí tal como se hace con un diario pero a fin de cuentas he decidido
compartir esto con personas selectas, espero que yo –una persona ordinaria
quien últimamente ha vivido experiencias extraordinarias- te inspire para que
insistas en tus propios sueños.
¿QUIEN ES
RAMÓN CHINGÓN?
Los Raramuris (popularmente llamados Tarahumaras), son
gente nativa de la Sierra Madre Occidental del estado de Chihuahua en el
noroeste de México. Los Raramuris son
conocidos mundialmente por su riqueza cultural y por la gran resistencia física
con la que cuentan muchos de ellos.
Muchos Raramuris son capaces de recorrer a pie distancias increíblemente
largas. Micah True, un estadounidense a
quien se le conocía mejor por su apodo de Caballo Blanco, vivió en territorio
Raramuri hasta su fallecimiento en el año 2012.
Caballo Blanco tuvo cercanía por primera vez con la cultura Raramuri
cuando hace décadas unos corredores de esa etnia participaron en una carrera
pedestre de de 160 kilómetros en montaña en el estado de Colorado, Estados
Unidos, donde Caballo Blanco vivía. Cuando
Caballo Blanco decidió vivir varios meses de cada año cerca de la cultura
Raramuri en la Sierra Tarahumara, se le ocurrió organizar un
ultra-maratón. Para motivar a los
Raramuris, Caballo Blanco fabricó algo. él relató a los corredores Raramuri que
a Chihuahua iría su amigo, un indio Apache llamado Ramón Chingón, y que tal
personaje había declarado que llegaría a arrasar con la competencia. La historia de Ramón Chingón era falsa. Caballo Blanco usaba ese guión para que los
Raramuris creyeran en la idea de que habría competencia fuerte. Ramón Chingón era un invento de Caballo
Blanco.
ADMIRACIÓN
POR LA CULTURA RARAMURI
¿Sabes
que hace un Tarahumara cuando va en un recorrido a pie y siente cansancio?
Entre nosotros los chihuahuenses abunda el orgullo y
admiración hacia la cultura Raramuri.
Tal es nuestra admiración hacia ellos que hasta años recientes las
placas vehiculares del estado mostraban la silueta de un corredor Raramuri. Esa es solo una de muchas muestras del afecto
inmenso hacia esa cultura. Tristemente
también existen en algunos chihuahuenses y otros mexicanos sentimientos de
desprecio hacia culturas nativas. Es una
desafortunada verdad y también se tiene que declarar.
Si se pudiera decir que todos los humanos en el
planeta somos familiares lejanos –pues
pertenecemos a una misma especie- los Raramuris y de más etnias en
México pueden entonces ser para nosotros los mexicanos parientes cercanos ya
que en México se estima que casi 90% somos mestizos. Los mestizos somos una mezcla de sangre
nativa (incorrectamente también denominada “india”). Es por eso que desde niño he sentido cariño
por los Raramuris. ¡Después de todo son
mis hermanos!
Yo fui expuesto de forma indirecta a la cultura
Raramuri desde niño. Tres de mis cuatro
abuelos nacieron en Parral, Chihuahua.
No hay otra ciudad con un numero de habitantes comparable a Parral que
se encuentre igual de cerca geográficamente a la región del estado donde
habitan los Raramuris (Sierra Tarahumara).
Debido a esa cercanía geográfica, en Parral existe una interacción
natural –quizá no a gran escala- entre nosotros los mestizos y los
Raramuris. En Cd. Juárez no es así, pues
la ciudad se encuentra mucho más lejos de territorio Raramuri. Por medio de mis lasos familiares con Parral
fue que yo fui expuesto a la cultura Raramuri.
Mi papá, quien nació y creció en Parral, me ha platicado ampliamente
sobre los Raramuris desde que yo era niño.
De adulto me doy cuenta que algunas cosas –quizá muchas- que mi papá me
relataba eran en algunos casos realzadas en lo mínimo o en otros casos
completamente fabricadas. Yo saboreaba
cada detalle que tuviera que ver con esa cultura. Él sabía que a mí me sobraba interés en escuchar
sobre Raramuris y quizá por falta de material es que él decidía inventarse uno
que otro relato. No importa, yo de igual
forma he disfrutado lo real y lo inventado.
Parecía que mi papá siempre decidía invariablemente
contarme sobre la cultura Raramuri en momentos inesperados y ocacionalmente hasta inoportunos. Por ejemplo,
podría yo estar ayudándole a arreglar su motocicleta y deteniendo algo cuando
él, mientras su mirada estaba enfocada en su tarea de la nada me preguntaba "¿Sabes que hace un Tarahumara cuando va en un recorrido a pie y siente
cansancio?". "No". "Busca
una piedra pesada cerca de la vereda, camina unos pasos cargándola. Despues la arroja y continua su paso sintiéndose así más
ligero". Descripciones de ese tipo que mi papá me relataba resultaron que con el
tiempo yo quedara verdaderamente impresionado con la cultura Tarahumara de tal
forma que en mi mente en desarrollo, los Tarahumaras se convirtierón en algo más que
personas míticas. En mi infancia, mis
viajes a Parral fueron muy pocos y a la Sierra Tarahumara no existió ninguno. Nunca tuve un trato directo con ningún Raramuri. Inclusive de niño no recuerdo haber visto uno
en persona. Debido a la falta de
experiencia propia, mi percepción inicial de la cultura Raramuri fue
exclusivamente basada en historias que mi papá y otras personas contaban sobre
ellos. Mi admiración por la cultura
Raramuri fue formada por esas descripciones que mayormente eran increíblemente
asombrantes.
Cuando yo tenia aproximadamente cinco años escuche
sobre mi tío Luis Octavio, el primo hermano de mi mamá quien en ese tiempo se
mudaría a la Sierra Tarahumara. A esa
edad ya tenia yo lo que algunos pueden calificar como obsesión con todo lo que
tuviera que ver con Raramuris. Yo sin
conocer al tío Luis Octavio exclamé a primera instancia que yo quería irme a
vivir con él. No me lo tomaron en serio,
claro. Pero yo recuerdo claramente que
eso quería yo. Iba en serio. Yo estaba decidido a esa edad en dejar a mis
papas y hermanos para realizar mi sueño de vivir en la Sierra Tarahumara donde
me contaban que abundaban pinos, ríos, y pericos silvestres. Mi imagen de la Sierra Tarahumara era
radicalmente diferente a Cd. Juárez, una ciudad desértica y la cual a mi me
parecía poco interesante. Recuerdo
claramente la reacción de mi papá. Sin
dar la mínima importancia a lo que yo creía que era mi expresión clara de mi
deseo, él preguntó “¿Sabes que allá hay mucha pobreza?”. Agregó, “Para limpiarte tienes que usar hojas
de árboles en lugar de papel higiénico”.
“No me importa. Yo quiero vivir
allá”. Mi papá había contribuido a que
yo tuviera una imagen de la Sierra Tarahumara como un lugar mágico con
habitantes igualmente mágicos. Hasta el
día de hoy no he podido borrar esa imagen.
Quizá me he rehusado a cambiar mi percepción. ¿ó será
que los Raramuris y su territorio en realidad son tan mágicos como la imagen
que yo formé de niño?
AMOR
POR LAS MONTAñAS
Y
POR RECORRER DISTANCIAS LARGAS
¿Quién puede negar que las montañas tienen ese “no sé
que” que nos impresionan, exigen nuestro respeto, representan belleza, y nos
invitan a subir a sus cimas? La Biblia menciona muchos montes que tienen gran
significado espiritual. Culturas en todo
el mundo han decretado como sagradas muchas montañas. El amor hacia las montañas no es una novedad
en la historia de la humanidad. Sus
grandes tamaños, vistas atractivas, y sus formas imponentes que invariablemente
dominan el horizonte naturalmente nos cautivan.
Esas para mí son las características que como imán me atraen hacia
ellas. Muchas personas acudimos hacia
las montañas para recreación. La
respuesta más fácil a la pregunta de “¿porque subes la montaña?” es: simplemente
porque allí está. Sinceramente se puede
reducir a eso tan básico.
Igualmente me cautiva el hecho de que sea en avión,
auto, bicicleta, o a pie alguien pueda recorrer distancias largas. A lo largo de mi vida siempre han habido
historias en la televisión sobre personas que recorren todo un país o un
continente. Las que lo hacen a pie es lo
que más me ha sorprendido. A todos nos
sorprenden, claro, pero a mí me ha acompañado el gran deseo de algún día yo
mismo hacer un recorrido ultra largo.
Desde niño, cada vez que he escuchado una historia de alguien que
recorrió una gran distancia, me ha despertado una inquietud y no me deja en
paz. Pues sueño con algún día, ya sea en
bicicleta o a pie recorrer una distancia enorme, por ejemplo México de norte a
sur. Es fácil dejarlo en eso –en un
sueño-, pues los deberes familiares y laborales vienen primero. Esa es la excusa que yo me doy. Quizá las verdaderas razones que me detienen
son las mismas que a la mayoría nos aquejan:
el miedo a los grandes logros y a hacer algo que pocos hacen –lograr
sueños.
Mi primera experiencia memorable ascendiendo una
montaña fue cuando tenia aproximadamente ocho años. Un compañero de trabajo de mi papá nos invitó
a un rancho de su familia cerca de Palomas, Chihuahua. Enseguida del rancho había una montaña. Junto con otros niños la subí. Los sentimientos que se unen a la actividad
los recuerdo bien: el esfuerzo físico que se requiere subir la cuesta y las
pequeñeces que se encuentra uno en el recorrido (en esa ocasión vi una víbora
colorida y después la cabeza de un coyote).
Llegar a la cima de cualquier loma o montaña y ver los alrededores de un
ángulo superior es siempre algo especial.
Para un niño de ciudad grande eso fue todo lo que se tomó para encontrar
amor en las montañas. De los amores con
las montañas ese fue el primero.
En edad de preescolar probé lo que es recorrer distancias
largas. En algunas tardes caminaba con
mi mamá y hermanos aproximadamente 5 kilómetros para visitar a mi
abuelita. Si bien esas caminatas no las
hacíamos con frecuencia, cada ocasión significo para mi un logro ya que a esa
edad el recorrido significaba una distancia larga par mi. También durante esos años, mis papas
encontraron una manera de contribuir con ingresos adicionales a sus respectivos
trabajos. En la vecina ciudad de El
Paso, Texas mi familia y yo recorríamos vecindarios entregando publicidad de
puerta en puerta. Cada sábado, mi
familia hacia esos recorridos a pie durante el trabajo al que llamábamos
“repartición” de propaganda publicitaria.
Siendo que yo era el más chico de los tres hermanos, yo no acudía a
todos los eventos sabatinos. Yo era excluido
especialmente los sábados durante los cuales había recorridos demasiado grandes. Pero recorridos grandes ó no, a esa corta edad
las distancias a pie me dejaban bastante cansado. Recuerdo haber aborrecido esas
caminatas. Aun así que se trataba de
hacer labor poco gratificante, ahora me doy cuenta que ese trabajo duro que
requería horas a pie contribuyó a la forma en la que hoy yo veo el recorrer
distancias relativamente largas. Ese
cansancio que resulta cuando uno se transporta a pie de un lugar a otro lejano
ya desde entonces se estaba convirtiendo en algo familiar y en algo que reaparecería
reiteradamente a lo largo de mi vida.
Las caminatas largas de aquellos sábados trabajando de
niño con mi familia me beneficiaron con una resistencia mayor a mis
contemporáneos. Recuerdo una anécdota
cuando un vecino mayor que yo, alguien quizá ya en adolescencia o preadolescencia,
al parecer se percató de que yo resistía las distancias largas. él
retó a los niños de mi edad que vivían en la misma calle a una carrera contra
mí. Esa anécdota sucedió hace muchos
años, pero fue tan especial para mí que alguien creyera en mi habilidad de
correr, que desde entonces guardo la grata memoria. Ahora veo al pasado y reconozco las
situaciones que formaron gustos y características actuales.
Después en edad de primaria continué recorriendo
distancias largas. Si bien no sucedía a diario, el recorrer distancias largas a
pie no era inusual para mí. En
ocasiones, mi hermano, mi hermana y yo caminábamos de la escuela a casa. Quizá eran solo tres kilómetros. No tengo idea de la distancia entre mi escuela y mi casa. De cualquier forma, la
distancia era relativamente larga para un niño de esa edad. Me gustaba hacer el recorrido. Disfrutaba de la independencia que me habían
otorgado al permitirme caminar a casa acompañado de mis hermanos mayores sin supervisión de algún adulto. En el
trayecto siempre encontrábamos algo simple pero interesante como un árbol de
mesquite con su fruto colgando ó un llavero que alguien a pie o en auto había
extraviado o arrojado. Esas pequeñeces
hacían del recorrido largo una caminata interesante. Eso no ha cambiado, de adulto en cada
recorrido a marcha o corriendo hay pequeñeces que hacen de cada evento un
trayecto especial.
REENCUENTRO CON EL PRIMER AMOR.
EL RETORNO A LAS MONTAñAS.
A mis 21 años, John, un compañero de trabajo, me introdujo al senderismo. Tristemente hasta ese entonces había yo vivido una vida bastante urbana. Había jugado básquetbol durante todos los años de preparatoria. Después de preparatoria también entrené por un año en un gimnasio de boxeo. Había llevado hasta ese entonces una vida relativamente activa físicamente pero nunca rodeado por la naturaleza. Me enamoré entonces de la actividad de recorrer senderos en montañas de la ciudad. Disfrutaba el esfuerzo y la sensación de haberme alejado del bullicio de la ciudad por hora y hora y media al recorrer montañas después de un día laboral. Sentía que había viajado, aun así que las montañas estaban dentro de la ciudad. El senderismo se convirtió en mi pasatiempo preferido. Solo unos meses después de haber sido introducido al senderismo, John me invitó a un viaje al Gran Cañón de Arizona. Ese año, cuatro adultos visitamos el área de Havasupai de el Gran Cañón en una expedición que requería que acarreáramos equipo para acampar por un recorrido de 16 kilómetros. Se dice que Supai, el pueblo dentro de la región autónoma de los aborígenes de la tribu Havasupai, es el único lugar en Estados Unidos donde el correo todavía llega en mulas. Es tan remoto que toda despensa llega únicamente por helicóptero o mulas. Allí no entran autos. No hay carretera que llegue hasta esa área del cañón conocida por sus cascadas color azul-verde debido a su agua rica en cal.
El Pico Humphrey en Flagstaff, Arizona es el punto más alto en ese estado. Tambien es el unico punto con ambiente tundra donde es tan frío que no se presta para vida vegetal. Desde alli se observa el Gran Cañon. |
A partir del año 2006, unos amigos y yo viajábamos al
Gran Cañón de Arizona anualmente y hacíamos recorridos largos. El Gran Cañón es por motivo valido una de las
maravillas naturales del mundo y mucha gente termina por enamorarse de su
belleza. A nosotros así nos
sucedió. El esfuerzo físico que requiere
bajar al Cañón a pie es inmenso. Cada
recorrido al Gran Cañón se ve acompañado por calor, peso de mochilas de
expedición, dormir poco, ampollas en los pies, y un cansancio acumulado. Aun así nuestros viajes anuales continuaron y
cada visita resulto en grandes experiencias.
Esos viajes han dejado el tipo de anécdotas dignas de ser contadas a los
nietos. Como la vez que decidimos partir
del campamento en el fondo del cañón hacia la cima a medio día durante un mes
de mayo cuando las temperaturas rondan en 42 grados centígrados. Íbamos cuatro o cinco compañeros y a todos se
nos agotó el agua. La deshidratación
llegó a tal nivel que estábamos bastante malhumorados. Si acaso el recorrido se hubiera extendido un
par de horas más o unos cuantos kilómetros adicionales, es seguro que uno o más
de nosotros hubiéramos colapsado. Los
retos del Cañón son tan grandes como su tamaño y cada experiencia allí ha
representado una memoria agradable -un gran logro.
Hubieron también algunos años en mi vida con poca
actividad física. Algunas de esas etapas
de vida sedentaria duraron hasta un par de años cada una. Recuerdo bien el año 2007 cuando regresé a
tener algo de actividad. Después de una
separación en mi relación, mis hijos alternaban semanas con migo. Sentí el deber de estar sano por ellos. Una vez más acudí a lo que para mí era el
camino lógico: las montañas. Mi
resistencia física era casi nula. Aun
después de semanas y hasta meses de haber reemprendido el senderismo, me
costaba mucho esfuerzo subir las montañas.
Era frustrante. Mi sobrepeso
continuaba. A mis 30 años me daba cuenta
que esta vez se tomaría mucho más esfuerzo y tiempo para recuperar resistencia
perdida. Las 2 o tres veces que acudía a
la montaña por semana no lograban contrarrestar las tantas horas que pasaba en
el trabajo sentado al frente de una computadora y las tantas otras que pasaba
en casa también con poca actividad física.
Esos pocos días por semanas continuaron por años siendo las únicas
ocasiones que yo ejercitaba mi cuerpo y no era suficiente. Lo sabia pero el deber laboral y familiar
prevalecía.
Me había convertido yo en un clásico ejemplo de un
hombre en edad media. O quizá peor. Mi peso en algunas etapas era excesivo y en
otras más que eso. Cuando mi actividad
física fue muy baja, pesé hasta 94 kilogramos.
ULTRAMARATON
CABALLO BLANCO 2013
En el año 2012 escuché sobre el Ultramaratón Caballo
Blanco que se lleva a cabo anualmente en Urique, Chihuahua. Aun así que mi sobrepeso había alcanzado el
punto máximo en mi vida (94 Kg.) y que pasaba por una etapa casi completamente
carente de actividad física, me llamaba la atención ese ultramaratón de 80
kilómetros con bastante desnivel y por si fuera poco, un calor agobiante en el
fondo desértico de una barranca en la Sierra Tarahumara.
Ese evento reflejaba todo lo que tenia que ver
conmigo: Raramuris, veredas, desierto, y un reto físico increíblemente
difícil. La siguiente edición se
llevaría acabo el 3 de marzo, 2013.
A finales de octubre del año 2012 le envié un correo
electrónico a mi pareja. Era un
manifiesto. El titulo del correo decía
“¿por que?” y el primer párrafo continuaba con la misma palabra:
“¿Por qué desde niño he sido atraído a –todo- lo que tenga que ver
con Tarahumaras? Hace apenas un momento
tuve una visión. Algo profundo. Espero que creas que NO estoy loco aun así
que actúo como tal, ¿estas de acuerdo?”
Continué con lo que resulto en un correo bastante
largo. Mis pensamientos y sentimientos
se derramaban más rápido de lo que podía yo materializar con el teclado:
“Estuve leyendo
y sabes... TENGO que correr 80 kilómetros en el Cañón del Cobre. Lo hacen anualmente y el siguiente es en
marzo. No importa que tanto pueda yo
escribir en este correo, nunca podré expresar lo que esto representa para
mí.
¿Por qué regreso al Gran Cañón año tras
año? Claro que a mucha gente le gusta...
encanta. Pero cuando ato eso con otras
cosas relacionadas a los Tarahumaras como es el Gran Cañón, ¿significa que
durante mi vida siempre habrá señales
que apuntan hacia ellos?
Pareciera que durante toda mi vida
apunta mi brújula hacia ellos. Cada
historia sobre ellos voltea mi mirada hacia allá una y otra vez. No recuerdo si fue en la radio o si fue mi
mamá quien dijo que ha habido colecta de cobijas, comida, etc., para
ellos. Una sequía los ha dejado en mal
estado. La colecta en si no tiene
significado, lo que estoy tratando de explicar es que hay TANTAS cosas que me
hacen añorar estar allá aun así que no conozco la Sierra Tarahumara!
¿Por qué disfruto al esforzarme
físicamente como lo hago en el Gran Cañon?
Estoy seguro haber compartido que para mí, empujar mi cuerpo al limite es tan...
gratificante.
¿Por qué siempre he disfrutado
correr? Claro que a mucha gente le gusta
esa actividad, pero madres - ¡lo junto todo y hay tantas cosas que me jalan
hacia allá!
Entiendo si no encuentras sentido a
ninguna parte de este correo o si parece que me he vuelto loco J. Lo que pasa es que tuve que sacar lo que
cargo dentro. Acepto que me deje llevar
por unas cosas que llegaron en un solo momento y que causaron estos
sentimientos que acabo de compartir.
Aquí termino de escribir. No
estoy seguro que cualquier palabra adicional te pueda dar una mejor idea de lo
que siento.”
Envié el correo y me sentí mejor. El hecho de haber sacado de mi pecho sentimientos
intensos causó un gran alivio. Pues
había hecho mi mejor intento de expresar todos los sentimientos que me habían
abrumado repentinamente y que simplemente yo tenia que compartir y liberar de
inmediato.
34 minutos después recibí respuesta de ella. Tenia yo el avalo, pero sobre todo un apoyo a
mis aventuras que ha perdurado por años:
“Wow. Suena bastante
profundo. Para nada creo que suena
loco. Así te sientes porque eso tiene
significado para ti. Aunque yo no pueda
‘sentir’ lo tuyo, no hay algo más que me brindara felicidad que ver que tu
tengas algo que te llega a lo profundo.
Es casi cómico cuando muchas cosas se juntan en la mente y quizá es
también refrescante para ti sentir que hay algo de lo cual tu puedes formar
parte”.
Decidí entonces hacer lo que yo creía era una
preparación para el reto del ultramaratón venidero. Hasta ese momento había yo caminado cientos
de kilómetros en veredas a lo largo de mi vida, pero el acto de correr era
prácticamente nuevo para mí. Lo único en
mi historial en cuanto a correr era solo una que otra trotada en clase de
educación física durante mis años de primaria y preparatoria y ya. A mis 35 años estaba yo no solo emprendiendo
un nuevo deporte, pero había decidido servirme “con cuchara grande”, pues un
recorrido de 80 kilómetros es un gran reto aun así para personas que tienen
años de experiencia corriendo eventos cortos (5, 21 kms., etc) o inclusive
maratones (42 kms.). Más allá que la
carrera seria un gran reto debido a su gran distancia, el evento se llevaría acabo
en terreno con gran desnivel, subiendo y bajando barrancas en el Cañón de
Urique en un clima caluroso que se prestaba más al desastre y menos al éxito.
Para prepararme, escogí una montaña en mi ciudad para
ir unas cuantas veces y recorrerla de punta a punta para un total de 25
kilómetros cada día. Era increíblemente
difícil para mi hacer esos primeros recorridos.
Cargaba yo aproximadamente 2 litros de agua y poco de comer y cada vez
terminaba cansado, con sed, dolor, hambre y sintiéndome derrotado y de mal
humor. Obviamente mi cuerpo no tenía
resistencia para recorrer esa distancia como tampoco tenia yo conocimiento de
cómo hidratarme y alimentarme o de cómo incrementar las distancias de
entrenamiento gradualmente. Inclusive
era tan grande mi ignorancia que creía no tener la necesidad de siquiera buscar
material y aprender. Pensaba que lo que
hacia era simple: tenia que beber cuando tenia sed, comer cuando tenia hambre,
y ejercitar mi cuerpo cada vez más sin importar que tan incomodo o adolorido fuera
el esfuerzo.
A finales del año 2012 mi mamá estaba
convaleciente. Padecía de una enfermedad
terminal y decaía extremadamente rápido mientras yo me aferraba a una cura que
si bien sabia no llegaría, sentía un confort en mi negación a la realidad. La salud de mi mamá estaba tan precaria que
ya se había mudado a mi casa unos meses antes.
Pues requería de ayuda. Durante
esos meses yo había decidido no creer en que mi mamá partiría pronto y planeaba
mi vida como si todo siguiese normal por siempre.
Al igual que muchos chihuahuenses, mi mamá siempre
tuvo en su corazón un lugar especial para los hermanos Tarahumaras. Ni mis hermanos ni yo habíamos jamás viajado
a la Sierra Tarahumara, pero mi mamá había ido a Guachochi, Chihuahua de donde
regresó con una sonrisa relatando historias relacionadas con Tarahumaras.
Durante uno de los pocos momentos cuando mi mamá no
tenía tanto dolor le comenté, “He planeado ir a una carrera en la Sierra”. Preguntó que cuando y le respondí que en
marzo. Respondió, “En ese mes todavía
hace mucho frío”. “No, ya me informé.
Será en un pueblo que se llama Urique.
Allí todo el año hace calor. Es la Baja Tarahumara”. No recuerdo si respondió poco o nada, pues
estaba ya tan decaída que ninguna mención de los hermanos Tarahumaras ó alguna
otra cosa que para ella fue grata era suficientemente importante para levantar
su animo.
El 10 de enero, 2013, mi mamá perdió su batalla con su
enfermedad y si yo dijera que mi vida cambió, sería por mucho una
subestimación. He entendido lo que mi
mamá me compartió de niño décadas atrás cuando a su vez ella perdió a mi
abuelita, su mamá: “uno de adulto no comprende cuanto necesita de su mamá hasta
que parte”.
Ese mismo mes llamé a mi tía Flor y le dije que había
cambiado de parecer. Que ya no iría a
los 80 kilómetros de Urique, pues con la perdida de mi mamá había dejado de
entrenar. Ella rápido me convenció que
yo debería seguir con mi plan. Y no es
que se haya tomado mucho convencimiento.
En mi ceguera, yo en el fondo creía en mí a pesar de mi pobre
preparación (casi nula).
El 2013 marcaba la primera vez que Micah True (alias
Caballo Blanco) no coordinaba la carrera en Urique. Tristemente Caballo Blanco había fallecido
poco tiempo después de la edición anterior de la carrera.
Parte de las cenizas de Micah True descansan en el Rancho Los Alizos cerca de Urique, Chihuahua. |
Mi prima Angélica me acompañó en mi viaje a
Urique. Mi tía Flor me prestó su auto,
pues el mío hubiera requerido de permiso especial para ser internado más allá
de la frontera. Inicie el recorrido
sintiendo de gran forma el respaldo de mi tía y cada vez que se presta la
ocasión, yo se lo recuerdo. Por primera
vez conocería yo a la Sierra Tarahumara y a mi único familiar que vive allá: mi
tío Luis Octavio con quien yo de chico había estado empeñado a mudarme sin aun
conocerlo. Todo apuntaba al hecho de que
se aproximaba una aventura épica. Se
percibía también el peligro que representa la Sierra. La violencia causada en esa región por el
narcotráfico ha inundado ya por décadas los medios noticieros. Mis familiares en todo el estado repetían las
mismas frases: me gusta viajar a la Sierra pero me da miedo ir. Y el mismo consejo se escuchó en numerosas
ocasiones: no vayas a manejar allá de noche.
Por calcular mal el recorrido entre una ciudad y otra, cuando menos lo
pensé ya estábamos haciendo lo indebido.
Ya dentro de zona boscosa, aproximadamente media hora antes de llegar a
San Juanito, Chihuahua, nos cayó la noche.
En solo unos cuantos minutos cambio todo el panorama: conducíamos en
autopista en lo obscuro, el terreno era tan lejano a cualquier poblado que no
alcanzaba allí ninguna señal de estación de radio. En cuestión de minutos habíamos entrado a una
zona remota en una carretera angosta que ascendía a zona boscosa. No había algún otro carro transitando la
autopista en ese momento. Ni siquiera la
luna alumbraba esa noche. Lo único que
podíamos ver eran las luces del tablero del auto y los cuantos metros que las
luces de frente mostraban en la carretera.
Todo lo demás era oscuridad. Un
sentimiento sombrío se sobrepuso en ambos.
No se requería que cada uno le expresara al otro el nerviosismo de cada
cual. Era algo que se percibía
claramente. Entramos a la oscuridad en
un silencio total y cada minuto nos internábamos más a una área desconocida
para los dos. Al dar vuelta en una
curva, una luz pequeña que se movía en el aire cerca de la carretera llamó mi
atención de forma inmediata. Al
disminuir la velocidad me percate que era un hombre con una linterna en la
mano. Era claro que me pedía que parara
el auto. Tuve que hacer una decisión al
instante. Presione el acelerador
haciendo caso omiso al llamado del hombre.
Durante los próximos 15 minutos vivimos otros dos incidentes inusuales
en el recorrido: primero un hombre estaba parado justo al lado derecho del
único carril que existía en nuestra dirección.
él estaba a menos de un
metro entre la carretera y una loma adyacente.
Después un camión casi impedía nuestro paso al hacer su recorrido a una
velocidad extremadamente lenta. Los tres
incidentes aumentaron nuestro nerviosismo.
Es imposible describir un viaje a la Sierra Tarahumara de forma
detallada y omitir el hecho que la presencia del narcotráfico se respira en el
aire en todo momento en esa zona del estado de Chihuahua. Ese ambiente de inseguridad se hizo presente
en todo momento durante nuestra estancia en la Sierra. Si bien no siempre fue de forma obvia,
claramente nos acompaño ese sentimiento de forma permanente durante los cuatro
días que pasamos en esa región.
Al llegar a la ciudad de Creel nos hospedamos en un
hotel. Al día siguiente llamé al tío
Luis Octavio quien al saber que habíamos conducido en la Sierra de noche
reiteró el gran error. “En la Sierra no
manejamos de noche”. El incidente en la
autopista con el hombre que nos pidió que paráramos era obviamente parte de un
reten falso de los que se dice abundan en la Sierra. Mi tío relato como unos meses antes, su
vecino conducía sobre la misma carretera una noche con su esposa e hija pequeña
después de una fiesta cuando también alguien les pido que se pararan. El conductor hizo caso omiso y le
dispararon. Tristemente una bala penetró
su puerta causando su muerte. La
bienvenida a la Sierra en efecto había sido con una fuerte llamada de atención. La delincuencia armada prevalece en la Sierra
y uno debe de tomar eso seriamente.
Esa mañana compartimos el desayuno con nuestro
tío. Interactuar con él era tan natural
a pesar de que era la primera vez que lo conocía en persona. Platicamos sobre la familia y después
invariablemente invadí nuestra conversación con un bombardeo de preguntas sobre
los Raramuris. Mi tío ha vivido por más
de 30 años en la Sierra. Ha vivido tan
cerca de los Raramuris que aprendió los dos idiomas nativos: el de la sierra alta
y el de la baja. Entre más información
él me proporcionaba sobre la cultura Tarahumara, más preguntas yo tenía. “¿Hay dos idiomas en la región? ¿Y son
parecidos?”. “Como el castellano lo es
al Portugués”. Continué con lo que
seguro habría parecido una entrevista: “¿Es cierto que consumen mucho
maíz? ¿Usted conoce al corredor
Tarahumara Arnulfo Quimaré?” “No a él,
pero conozco el apellido. Es ‘Quimari’,
no ‘Quimare’ “. Era mi primer día en la
Sierra y ya estaba yo inundado por una gran sensación de alegría. Estaba yo conviviendo con mi tío a quien yo
había querido conocer desde hace décadas, había un sin numero de Tarahumaras en
el área transitando las calles con sus vestimentas coloridas. La realización de uno de mis sueños estaba en
su plenitud aun cuando apenas empezaba mi estancia.
Ese primer día en la Sierra mi tío aguantó mi abatida
de mil preguntas. Él amablemente
contestó a todo lo que yo preguntaba sobre la región y la gente de allí a pesar
de que estoy seguro que él llego a pensar que la sesión de preguntas nunca
terminaría. Conocimos también a su
esposa, mi tía Gloria. Igualmente
amable, mi tía ha habitado la región de la Sierra Tarahumara también desde hace
muchos años. Los dos se conocieron en la
Sierra de jóvenes. Los tíos no pudieron
acompañarnos a Urique pero sin duda sentimos el gran apoyo de ambos en todo
momento. Nos arroparon de gran forma
durante toda nuestra estancia en la región.
Con mi tío Luis Octavio en Creel. Rumbo a Ultra Maratón Caballo Blanco 2013. |
El recorrido de Creel a Urique es relativamente
corto. Si bien se toma únicamente tres
horas y media para hacer llegar de un punto a otro, los dos lugares son bastante
diferentes. Creel esta rodeado de pinos
y debido a su altura sobre el nivel del mar el clima es fresco. El número de habitantes en Creel es
aproximadamente cuatro veces más al de Urique.
El clima de Urique es muy cálido.
En Urique, las paredes del cañón que rodean al pueblo por completo crean
un sentimiento único. A todo momento uno
siente la energía tan imponente de la montaña.
En el fondo del Cañon de Urique se encuentra el pueblo de Urique al lado del río Urique. |
En casa yo había impreso una fotografía del gran
corredor Tarahumara Arnulfo Quimare con el propósito de pedirle que me la
autografiara. Aunque yo no tenía la
certeza de que él acudiría a esa carrera.
Para mi sorpresa, al segundo día mientras caminaba yo sobre la calle
principal de Urique -un pueblo tan pequeño que se dice es habitado solo por
unas mil personas-, me percaté de que
estaba Arnulfo parado en la cera a solo unos metros de mí. No cargaba yo en ese momento con la foto para
que él me la autografiara. Motivado yo
solo por un impulso inmediato, tal como lo haría una jovencita con su cantante
ídolo y sin pensar mucho, me arrojé
hacia Arnulfo y pregunté (de seguro fue de forma brusca a causa de mi
entusiasmo) “¿me puedo tomar una foto contigo?”. Los Raramuris se conocen por ser sumamente
tímidos y dóciles. Nunca espere entonces
la respuesta que él me dio que en cualquier idioma equivale a un rotundo
“no”. Respondió, “después... vengo
llegando”. Que bofetada. Mi corredor ídolo, parte de una cultura
amable y dócil me había golpeadazo con guante blanco. . . o quizá sin
guante. ¡De cualquier manera el desaire
me dejó sorprendido y desilusionado!
Cada día llegaban a Urique corredores de otros estados
de la republica mexicana y algunos otros de Estados Unidos y Europa. Recuerdo haber conversado con corredores de
Turquía, Alemania, y de la India. Sin
duda el ambiente era único. Se respiraba
fiesta con sabor internacional.
Arnulfo Quimare platica con doña Tita. Urique 2013 |
Corredores Raramuris descienden a Urique. Caballo Blanco 2013. |
Caballo Blanco tenia la peculiaridad de “bautizar” con apodos a los corredores. Siguiendo a tradiciones Tarahumaras, cada cual tenia un nombre de animal. Debido al gran numero de participantes, me imagino que casi todos los animales estaban tomados. Debido al “agotamiento de existencia” en cuanto a apodos y al hecho de que Caballo Blanco ya no vivía, decidí antes de partir de mi casa que lo propio sería que yo me llamaría “Ramón Chingón”. “Perfecto”, pensé. Pues así no corro con peligro de quedar mal. Pues con el nombre de algún animal corría el riesgo de tomar un nombre que alguien más quizá ya tenia. Aparte Ramón Chingón era una incógnita, ¡pues no existía! Así yo sin currículum de correr no arriesgaba no estar a la altura de Ramón Chingón, pues igual que yo –él tampoco tenia historial de correr al ser un invento de Caballo Blanco! Imprimí la frase “Yo Soy Ramón Chingón” en la parte delantera así como la trasera de una playera y con ella vestí en Urique. El detalle causó la gracia de algunos corredores internacionales que pidieron tomarse fotos conmigo. Para mi sorpresa, Maria “Mariposa”, la que fue novia de Caballo Blanco y quien tomó las riendas del evento después del fallecimiento de él, de cierta forma avaló mi apodo de modo que hasta la fecha me llama Ramón, siendo que ella sabe mi nombre verdadero. El chiste llegó para quedarse y así nació Ramón Chingón.
Con Maria "Mariposa" en Urique. Ultra Maratón Caballo Blanco 2013. |
En pocos días se formaron amistades que han perdurado
por años. Conocimos a Rubén de
Guanajuato, un señor de más de 60 años que dice haber empezado a correr cuando
tenía 40. Es admirable que recorra ultra
distancias. A minutos de conocer a Rubén
el declaró algo corto y simple pero que ha resultado ser cierto: “la mayoría de
los corredores son personas amables”.
También conocimos a Abraham quien nació en la Ciudad de México y ahora
radica en el estado de Coahuila. Él
viajaba con su amigo David, oriundo de la parte central del país pero que igual
a Abraham, ahora llama casa a Coahuila.
Un día antes de la carrera, mi prima Angélica y yo compartimos la cena
con nuestros nuevos amigos así como con Mirna, Ignacio, y Mauricio quienes
llegaron a Urique de la Ciudad de México justo esa tarde o noche.
Ruben de Guanajuato. Ultra Maratón Calballo Blanco, 2013. |
Mi prima Angelica baila con Abraham de Coahuila (alias "el primo") durante inaguracion de evento. Urique 2013. |
La carrera empezó a las 5 de la mañana. El sol todavía
no se asomaba a esa hora dentro del cañón.
Con falta de condición física y kilos de más, emprendí mi recorrido
junto a otros cientos –quizá más de 300 competidores. De forma oficial había comenzado la primera
carrera en la que yo competía. Lo único
a mi favor era mi determinación. El resto estaba en mi contra: la falta de preparación física y falta de
conocimiento en cuanto a hidratación, nutrición, ritmo, etc. Era imposible no fijarme cuanta gente me
pasaba. Al bajar la primera barranca que
había subido, sentía ya algo adoloridos los pies. A solo 7 kilómetros ya estaba yo bastante
agotado. Aun así emprendí mi ascenso a
la segunda barranca cada vez más a menor ritmo.
Después de haber recorrido aproximadamente 35 kilómetros, al descender
la segunda barranca me invadió un sentimiento de derrota. Si bien todavía podía yo fingir un trote
lento y así continuar hacia adelante, psicológicamente estaba en mal estado. Pensaba que era él ultimo competidor. No había yo terminado aun la mitad del
recorrido cuando decidí abandonar la carrera.
Desprendí mi numero de competidor de mis pantaloncillos y regresé a la
habitación del hotel por un callejón, pues quise evitar la humillación de pasar
por la calle principal y sentirme inútil.
Ya con mi número guardado en mi mochila de hidratación y caminando
lentamente me percate que en realidad había bastantes competidores que todavía
iban atrás de mí. No importó. Aunque no era yo el ultimo, ya había yo
decidido que había fracasado. El
recorrido era mucho para mí. No estaba
yo preparado para terminar ese tipo de carrera de forma digna. En ese momento escuche que por micrófono
anunciaban la llegada del ganador.
Ranulfo, un corredor de Puebla, habia recorrido 80 kilometros en el
mismo tiempo que yo habia recorrido 35!
No fui la única persona que abandono la carrera ese
día. Por lo menos uno de nuestros nuevos
amigo tampoco logro terminar. De hecho
cada año un gran porcentaje de competidores no logra terminar el reto. No importa que no fui el único al que el
cañón se devoró. De acuerdo a mi ego
lastimado, había yo fracasado de gran forma.
La Sierra me había regalado lindas memorias aunque no
tienen que ver con correr. Despues de un
segundo intento, Arnulfo había accedido a una foto, conocí personas especiales,
y vi paisajes maravillosos. Mi primer
experiencia en la Sierra había dejado un saldo positivo. Esos cuatro días produjeron bastante material
de conversación que yo compartiría por meses subsecuentes. Regresé a casa con sonrisa interna tal como
un niño después de haber vivido una Navidad de película. ¡Por fin habia conocido la Sierra Tarahumara!
Que gran verdad: uno no puede crecer sin aprender de
las derrotas. 7 meses después de mi
fallido intento en terminar mi primer carrera, comencé a entrenar para una
carrera de 50 kilómetros.
Con Rúben |
Un dia antes del Ultra Maratón Caballo Blanco 2013 |
Urique 2013. |
Calzé zapatos "minimalistas" para Caballo Blanco 2013. |
CROWN KING SCRAMBLE; 50KM (CKS50K)
Después del intento fallido en Urique al no poder
haber terminado los 80 kilómetros del Ultramaratón Caballo Blanco, puse en la
mira otro reto. Encontré una carrera de
montaña lo más cercano a casa posible.
Me inscribí a Crown King Scramble, una carrera en Arizona de 50
kilómetros que comienza en un lago artificial al lado de una presa en el
desierto y culmina en un pueblo minero casi completamente abandonado en un
bosque. Ciertamente, los 50 kilómetros
de Crown King significaban una tarea menos dura que la de Caballo Blanco, pero
el trayecto en Crown King es mayormente cuesta arriba con aproximadamente 2,000
metros de desnivel positivo y un clima tan caluroso como Urique.
Lago Pleasant de Peoria, Arizona, lugar donde anualmente empieza la carrera Crown King 50k.
|
Me armé entonces de bastante material informativo
sobre el deporte de correr. Me inscribí
a una clase de dos sesiones con un instructor.
Solo yo y otra persona acudimos al curso. La clase bien pudo haber contenido los
principios más básicos, pero para mí todo era nuevo y yo estaba dispuesto a
escuchar atentamente a cuanto material estuviera disponible. Ya había fracasado una vez y no quería
hacerlo de nuevo. Esta vez iba en
serio. En el Internet encontré un plan
de entrenamiento que “recetaba” distancias exactas para cada día durante 20
semanas. Cada semana incluía 2 días de
descanso. La distancia en el plan
incrementaba gradualmente. La parte
superior de la pagina del plan contenía una advertencia: “Se recomienda que
antes de entrenar para una carrera de 50 kilómetros hayas terminado varios
maratones con algo de éxito”. Me ganó
una vez más mi ambición ciega e ignoré el aviso. Yo quería un reto grande y deseaba una ultra
distancia. Yo no creía tener tiempo para
un evento corto antes de un ultra-maratón. Después de todo no me estaba
haciendo más joven. Seguí entonces las ultimas 15 semanas del plan, pues era lo
que faltaba para la carrera. No tenía
tiempo para seguir todas las 20 semanas que formaban parte del plan.
Se dice que en todo momento hay dos tipos de
corredores: el que esta lesionado y el
que esta a punto de lesionarse. Pues las
dolencias físicas abundan en este deporte.
Naturalmente fui victima de lesiones conforme incrementaba las
distancias cumulativas semanales.
Durante las primeras semanas de entrenamiento, las plantas de los pies
dolían lo suficiente como para no poder siguiera fingir paso normal al
caminar. Después siguió dolor en ambas
espinillas -el dolor más común en un corredor novato. Intenté en disminuir el dolor con hielo y
ungüentos. Aun con dolor seguía
entrenando y recorriendo los kilómetros que el plan de entrenamiento
requería. No siempre fue al pie de la
letra. En una ocasión mientras entrenaba
en montaña de forma repentina sufrí un esguince en mi pantorrilla
izquierda. La lesión era suficiente
grave que no pude continuar corriendo ese día.
De hecho regrese a mi auto con ayuda, pues no podía caminar sin sentir
que la lesión se empeoraba. Mi cuerpo
claramente estaba respondiendo a una actividad nueva. Quizá hacia yo un error al correr distancias
largas de forma relativamente repentina ya que yo era principiante. Esa lesión de la pantorrilla me alejo de
correr por casi una semana. Corrí con
suerte. Pues el dolor inicial era tan
grande que yo temí algo crónico que me aquejaría por bastante tiempo.
Yo seguí con mi sueño de terminar un
ultra-maratón. Ni vacaciones fuera de la
ciudad ni algún otro evento me detenía en mi empeño de entrenar con regularidad.
Yo seguí con mi plan de entrenamiento lo mejor que pude. Mi deseo de un logro acompañado por el miedo
a un nuevo fracaso me impulsaba a seguir.
Después de dos o tres meses de entrenar, mi cuerpo
sufrió menos de dolores y sentía más fortaleza.
Eso me alentaba aun más. No soy
una persona dotada. A diferencia de los
corredores natos o elites, cualquier fortaleza que sentía se debía
exclusivamente a mi insistencia en continuar entrenando.
Mi amigo "Bro" me dijo que yo era el mejor amigo del perro. Bro me acompaña a algunos entrenamientos. |
Con frecuencia, un sentimiento nuevo me acompañaba
durante las primeras sesiones largas de entrenamiento. Hacia recorridos en veredas con muy poca
gente alrededor y por momentos largos nadie.
Me acaparaba una sensación extraña al encontrarme solo con mis
pensamientos durante una actividad que a la vez requiere gran esfuerzo físico. Hay distincción entre soledad y solitud. La solitud es agradable. Ese sentimiento nuevo en ocasiones era acompañado
con un nudo en él estomago, pues era totalmente novedoso estar en la naturaleza
valiéndome por mí mismo recorriendo montañas y sabiendo de la posibilidad de
algún encuentro con un animal o una caída.
Las primeras veces que vi coyotes me asuste, especialmente cuando era de
noche. De antemano sabia que un ataque
de un coyote a un humano es casi imposible.
Los coyotes huyen a los humanos.
Los ataques de coyotes a humanos suceden casi exclusivamente cuando un
coyote esta rabioso. Pero cualquier
conocimiento de la probabilidad mínima de tal ataque se anula con el hecho de
que el encuentro con animales silvestres es una novedad. Cualquier lógica se hace a un lado. Después de muchos encuentros con coyotes, me
he acostumbrado su presencia. Ya no me
causan preocupación. Las veredas
desérticas se han convertido en algo familiar..
Recuerdo también dudar de mi nueva actividad. En un inicio me preguntaba si en realidad
existía algún beneficio de pasar horas corriendo semana tras semana. No hay compensación monetaria y en realidad
resulta en gastos. Ahora me queda claro
que si ha valido la pena todas las horas de esfuerzo. Los beneficios han sido sutiles pero
numerosos y permanentes.
Algunos dias de entrenamiento han sido con clima extremo. Este día incluyo neblina. |
Dia de entrenamiento con neblina. |
En aquellos entrenamientos de los meses iniciales
incluyeron horas en clima poco agradable.
Lo más incomodo era entrenar en frió ó calor extremo o en lo
oscuro. Recuerdo un recorrido de noche
en el desierto. Cuando faltaban
aproximadamente 5 kilómetros para llegar de regreso a mi auto, escuche ladridos
de perros. Inicialmente no me preocupé,
pues se escuchaban lejos. No entendía de
donde habían salido perros, pues era una área totalmente despoblada. Continué con mi recorrido y los ladridos se
escuchaban cada vez más cerca. Pensé lo
peor. Estaba a punto de ser atacado por
perros y no tenía con que defenderme ni a donde ir. Si salía de la carretera de tierra, iba a
entrar a zona rocosa donde de seguro habría víboras. Que mal momento. Paré de correr mientras pensaba en que hacer,
pues era obvio que si continuaba corriendo, los perros me atacarían. Después de todo, cada vez se escuchaban más
cerca pero no sabia yo en que dirección estaban debido a la oscuridad
total. Momentos después, vi que un auto
se aproximaba en sentido contrario sobre la carretera. Alce la mano pidiendo que se pararan. Esperaba pedirles que de favor me condujeran
a mi auto. El auto no paró. “Claro que no iba a parar”, pensé. Yo tampoco pararía. ¿Quién va a detener su auto porque un loco
que aparece en la oscuridad en una área despoblada al lado de una calle de
tierra lo pide? A pesar que por allí
estaba desolado, un par de minutos después otro auto transitaba. Este segundo iba en dirección igual a la mía,
con rumbo a donde estaba mi auto. Probé
suerte y les pedí alto. Conducía una
mujer joven y la acompañaba un muchacho con traje militar. Les explique que me encontraba corriendo
cuando unos perros estaban a punto de atacarme.
Necesitaba regresar a mi auto.
Que situación tan rara. A mí me
parecía extraña esa imagen de un joven con uniforme militar en auto privado
conduciendo lejos de la ciudad en terracería durante la noche. Pero yo no podía darme el lujo de que mi
curiosidad fuese atendida. Después de
todo, seguro que la imagen que yo daba a ellos era aun más extraña. ¿Este tipo dice que esta corriendo para hacer
ejercicio? ¡¿En el desierto y a esta
hora!? La pareja fue muy amable. El muchacho me cedió el asiento de enfrente,
pues dijo el se iría atrás donde cargaban equipaje y seria menos cómodo para
mí. No pregunté nada. Les agradecí profundamente y me condujeron a
mi auto. Mientras hicimos el corto recorrido a mi destino recordé que allí
donde yo había parado había un rancho en medio de la nada. No eran perros que circulaban libres. Claro que se escuchaban cada vez más cerca
cuando yo corría, ¡pues yo me aproximaba cada vez más a ellos! Los perros que ladraban estaban dentro de la
valla del rancho. No había peligro. Me sentí ridículo. Había pedido auxilio con voz de alarma sin
necesidad. Así fueron muchas de mis
sesiones iniciales de entrenamiento –llenas de momentos raros. Estaba yo fuera de mi hábitat (ciudad grande)
y mi encuentro con lo salvaje no podía pasar sin trabas.
Linea de salida. Crown King Scramble, 50km. Abril 5, 2014. El lago se aprecia a espaldas de los corredores. (Ramón Chingón de gris en orilla de parte izquierda) |
El 5 de abril del 2014 me presenté en Lake Pleasant de
Peoria, Arizona donde la carrera iniciaría.
El sol todavía no salía cuando 153 corredores empezamos la carrera al
lado de un lago y rumbo a un bosque 50 kilómetros al norte. Inevitablemente me invadieron memorias de
Urique. Otra vez me encontraba empezando
un recorrido largo en un desierto. Yo no
competía por el primer lugar. Yo
competía conmigo mismo. El reto era
terminar esa gran distancia. Los parajes
en el recorrido eran como sacados de una película del viejo oeste. Abundaban cactus grandes que parecían
alcanzar hasta 8 metros de altura. ¡Que
vistas! El recorrido subía
constantemente y cada vista hacia atrás regalaba un espectáculo al ver que el
lago de donde había partido cada vez se veía más pequeño. Era imposible ignorar el panorama a pesar de
que yo trataba de mantener un enfoque constante. Estaba empeñado a llegar a la meta a
cualquier costo.
Los últimos 25 kilómetros del recorrido presentan unas cuestas muy inclinadas. La vegetación cambia hasta llegar a un bosque de pinos. Mi pierna derecha empezó a acalambrarse. Esto no puede ser. Me regresaron memorias de aquel recorrido en el Gran Cañón cuando los calambres de las piernas se fueron extendiendo hasta incluir a las espinillas y los dedos de los pies. Aquella vez fui forzado a sentarme en el suelo y el corto recorrido que faltaba para llegar a la cima valía de poco, pues no podía moverme. Que tragedia. Parecía que lo justo había sucedido: ¿cómo había pensado yo que podía terminar un recorrido de 50 kilómetros con solo 4 meses de preparación y sin nunca antes haber corrido ninguna carrera, por más corta que hubiese sido? Decidí caminar en las cuestas más inclinadas para bajarle la carga a las piernas. Después lograba correr a ritmo despacio, solo para que momentos después regresara el calambre. Después de haber batallado con el calambre de la pierna derecha por aproximadamente 15 minutos, todo regreso a la normalidad y pude empezar a correr otra vez.
Él último de los 5 puestos de abastecimiento
se encuentra a 4 kilómetros de la meta. Que increíble, estaba yo tan cerca de
lograr el objetivo. Solo faltaba subir
un poco más para llegar al bosque donde los últimos 2 kilómetros son de
bajada. ¡Por fin habría algo de
bajada! Sonreía bastante por
dentro. Que sentimiento cuando uno
afloja un poco el enfoque intenso que había mantenido por varias horas para por
fin darse el lujo que comprender el logro: había podido transportarme con mis
propios pies por 48 kilómetros de un desierto a un bosque. Era un sentimiento nuevo y único. Todas las
sesiones de entrenamiento plagadas de dureza y los sacrificios de haberme
separado de mi familia para ir a entrenar me habían ayudado a lograr este gran
reto. Mientras corría en el bosque a
sabiendas que la meta estaba próxima a pesar de que todavía no se escuchaban las
voces de las personas que se encontraban allí al final, de forma inesperada me
inundo un sentimiento profundo. ¿Y esto
de dónde salió? Nunca lo vi llegar. En mi mente aparecía una imagen de mi mamá
volteando del cielo con una sonrisa tímida que la caracterizaba cuando sentía
orgullo por mí. “Tonto, ahora no puedes
llorar. No puedes llegar chillando a la
meta”, me dije. Triste pero grata, la
imagen la tuve que desaparecer. Para mi
sorpresa estaba mi hijo de 10 años esperando para correr los últimos metros
conmigo. ¡Que detalle! Él cayó pero se levanto y terminamos
juntos. Ese día, 20 participantes
abandonaron la carrera, pues el calor y el esfuerzo de la distancia y de la
cuesta arriba eran demasiado. Afortunadamente
ese día no fui yo uno de ellos. A pesar
de que mi tiempo de 7 horas y 3 minutos alcanzó solo para estar a la mitad de
la lista de los competidores que terminaron, a mí me supo a un primer
lugar. Hubo revancha después de Urique y
yo había triunfado gracias al apoyo de mi familia al aguantar que yo estuviera
ausente tantas horas entrenando.
Los últimos 25 kilómetros del recorrido presentan unas cuestas muy inclinadas. La vegetación cambia hasta llegar a un bosque de pinos. Mi pierna derecha empezó a acalambrarse. Esto no puede ser. Me regresaron memorias de aquel recorrido en el Gran Cañón cuando los calambres de las piernas se fueron extendiendo hasta incluir a las espinillas y los dedos de los pies. Aquella vez fui forzado a sentarme en el suelo y el corto recorrido que faltaba para llegar a la cima valía de poco, pues no podía moverme. Que tragedia. Parecía que lo justo había sucedido: ¿cómo había pensado yo que podía terminar un recorrido de 50 kilómetros con solo 4 meses de preparación y sin nunca antes haber corrido ninguna carrera, por más corta que hubiese sido? Decidí caminar en las cuestas más inclinadas para bajarle la carga a las piernas. Después lograba correr a ritmo despacio, solo para que momentos después regresara el calambre. Después de haber batallado con el calambre de la pierna derecha por aproximadamente 15 minutos, todo regreso a la normalidad y pude empezar a correr otra vez.
Viendo hacia atras en una de las ultimas cuestas hacia arriba de Crown King 50k. |
Justo antes de la meta acompañado por mi hijo Myles. Crown King Scramble, 50 kms. Crown King, Arizona, EEUU |
Llegando a la meta |
Meta de Crown King 50k. 2014. |
Con María "Mariposa" despues de llegar a la meta de Crown King 50k |
Un mes después corrí con éxito otra competencia de
montaña de 27 kilómetros. Después
siguieron otras competencias el mismo año en la siguiente orden: 64km, 63km, y
10km. Invariablemente la imagen de mi
mamá sonriendo desde arriba llega en cada carrera y justo cuando menos lo
espero. Y cada vez mi mamá me llena de
una emoción que es difícil de contener.
EL NACIMIENTO DE LAS CARRERAS DE 100 MILLAS
¿Cómo y cuando empezaron las carreras pedestres de 100
millas? En 1955, un empresario de Auburn, California llamado Wendell T. Robie
decidió comprobar lo que muchos dudaban que fuera posible: Recorrer 100 millas
(160 km) a caballo en menos de 24 horas en la Sierra Nevada de California, una
zona caracterizada por montañas altas y cañones profundos. Ese año, Wendell y otros cuatro hombres a
caballo cruzaron la Sierra Nevada desde la ciudad de Tahoe hasta Auburn en 22
horas y 45 minutos. Esa hazaña causó el
nacimiento de Western States Trail Ride (conocida también popularmente como la
Copa Tevis -Tevis Cup en inglés), una carrera a caballo que se lleva a cabo
anualmente. Los jinetes que logran
terminar el recorrido en menos de 24 horas son premiados con una hebilla
vaquera.
Recuerden este nombre: Gordon “Gordy” Ainsleigh. Gordy había montado su caballo con éxito en
dos ediciones (1971 y 1972) de la Copa Tevis.
Para la competencia de 1973, el caballo de Gordy no se encontraba en
condición de correr. Motivado por la
sugerencia de una jinete competidora, ¡Gordy había decidido hacer el recorrido
de 100 millas corriendo! Tal como le
había sucedido a Wendell dos décadas atrás, Gordy escucho más de una vez que no
era posible que un humano recorriera una sierra montañosa a pie en menos de 24
horas. Gordy recuerda que un corredor
con más experiencia que él le respondió, “no solo creo que tu no puedes lograr
tal hazaña, pero estoy seguro de que nadie más lo podría hacer”. Asi entonces a Gordy le llamó la atención aun más ese reto y en 1974
decidió formarse junto con caballos y jinetes cerca de la ciudad de Tahoe para
hacer el recorrido de la Copa Tevis -¡esta vez sin caballo!.
Gordy recuerda que durante su recorrido vio a un
caballo que debido al agotamiento y al calor estaba a punto de ahogarse cuando
cruzaba un río. Eso lo asustó. Pensó, “si un animal con gran musculatura
esta a punto de morir de agotamiento, ¿qué me espera a mí?” Gordy ya estaba bastante cansado antes de
haber ayudado a otras personas a sacar al caballo del río. El hecho de haber visto que un caballo estaba
a punto de morir a causa de la misma tarea que el se había propuesto causó que
Gordy pensara en abandonar su idea de terminar el recorrido. Mientras paró para comer algo, una mujer le
ofreció un poco de sal. Gordy jura que
la sal que ingirió le ayudo a sentirse mejor.
Al parecer recuperó así algo de sodio que había perdido al sudar.
Durante unos momentos de reflexión, pensó en las personas que lo habían
alentado a emprender la travesía y que creían en él. Con el deseo de no decepcionarlos, él decidió
continuar su recorrido pensando que mientras pudiera seguir moviendo los pies, él seguiría adelante sin dejar que el cansancio extremo lo
detuviera. ¡Increiblemente Gordy logró su objetivo aquella fecha! 23 horas y 42 minutos después
de haber salido de la ciudad de Tahoe, él recorrió poco más de 100
millas al llegar a Auburn!
Al año siguiente (1975), Gordy otra vez se formo junto
a los jinetes en la ciudad de Tahoe para competir de nueva cuenta no así siendo
ya el único competidor pedestre, pues un corredor llamado Ron Kelley intentaría duplicar la locura de Gordy.
Cada año se fueron agregando más corredores a la Copa Tevis y
consecuentemente en 1978 por primera vez
se llevaron a cabo dos competencias por separado, una para competidores a
caballo y otra para corredores. La
carrera pedestre es llamada Western States Endurance Run y al igual que en la
Copa Tevis, la carrera Western States premia con una hebilla vaquera especial a
los corredores que logran el recorrido antes del tiempo limite.
Así entonces, Gordy había de cierta forma creado un
nuevo deporte y las carreras de ultra distancia en campo traviesa nacieron
gracias a su valentía, habilidad, y determinación. Hoy existen muchas carreras de 100 millas que
explotaron en Estados Unidos después de Western States y después nacieron otras en
todos los continentes. Duplicando la
tradición de Western States, la mayoría de carreras pedestres de 100 millas
premian también a los competidores con una hebilla vaquera.
Debido en parte a que Western States es la carrera de
100 millas más antigua del mundo, muchas personas la consideran la más
prestigiosa. Existe cada año un gran
interés en el Western debido a su prestigio.
En la actualidad, miles de corredores de todo el mundo solicitan uno de
los 369 cupos. La mayoría de los
competidores solo entran por medio de un sorteo anual, la “lotería de Western
States”, pues la demanda es mucho mayor que la disponibilidad de cupos para
participantes.
La hebilla codiciada. Premio a participantes que terminan Western States dentro del tiempo límite. |
JAVELINA JUNDRED (JJ100)
Sin jamás antes haber corrido siquiera algun evento de 5
kilómetros, medio maratón (21Km.), ó maratón (42Km.), en ese año (2014) había
yo logrado correr 3 competencias de ultra distancia (más de 42Km.) y otras dos
de distancias más cortas. Desde luego
que algún día quería “graduarme” y correr una competencia de 100 millas (160
Km). Pero era un sueño lejano, pues cada
una de las competencias ultra que había hecho costó bastante esfuerzo. Me costaba trabajo pensar una distancia casi
tres veces más de lo máximo que había recorrido.
Después de un recorrido en el desierto con mi amigo
Ryan, quien se había convertido en mi cómplice de aventurillas durante el otoño
del 2014, descansábamos los dos en una sombra cuando él quebró el silencio: “Yo
te puedo acompañar si decides entrar a una carrera de 100 millas”. No sé si le respondí. Pues no supe si estaba bromeando ó no. Deliberadamente ó sin querer, Ryan me sembró
una inquietud. A partir del comentario
de Ryan me pregunté más de una vez: ¿Acaso era hora de tomar ese tipo de reto ó
es locura?
Después de un par de semanas le comenté a Ryan que
estaba casi seguro de que me inscribiría a una carrera de 100 kilómetros que se
llevaría a cabo el primer día de noviembre del 2014 en el estado de Arizona,
Estados Unidos. El evento se lleva a
cabo en conjunto con el evento mayor de 100 millas (160 Km) y a los dos juntos
en un juego de palabra le llaman Javelina Jundred ó JJ100.
Un día decidimos Ryan y yo ir a conocer el recorrido
de JJ100 que se encuentra en una área desértica cerca de la ciudad de Fountain
Hills. Ese día allí en el circuito de
JJ100, Ryan conoció a Ira, un competidor Ironman que pronto comentó que él
estaba inscrito para las 100 millas de Javelina. Las competencias de Ironman son conocidas por
su gran dificultad. Pues se requiere que
en un solo día cada competidor recorra 3.86 kilómetros nadando, 180.25 kilómetros
en bicicleta, y 42.2 kilómetros corriendo.
Ryan me presento a Ira comentándole que yo correría el evento de 100
kilómetros.
Ramón Chingón en una roca justo al lado de la vereda Pemberton, ruta de Javelina 100 durante una sesion de entrenamiento. Otoño 2014. |
Yo tenía un gran respeto a la distancia de 100
kilómetros. Ciertamente estaba
intimidado. Aun así, durante las semanas
siguientes botaba en mi mente la idea de copiar a Ira y mejor inscribirme para
el reto de 100 millas, pues pensaba en Ira, un tipo musculoso. ¿Que tan rápido y eficiente pudiera correr él
100 millas con tal carrocería? Si él lo
logra, seguramente yo también puedo.
Anuncié entonces a amistades y familiares cercanos que el 1ro de
noviembre yo participaría en una carrera pedestre de 100 millas. No había marcha atrás.
Me empapé más de información sobre correr ultra
distancias. Pedí consejos de mi amigo
Julio Palma, pues el ya había recorrido algunos ultra de 100 millas. Inclusive había corrido el prestigioso
Western States. Por medio de mensajes de
celular, Julio me pasaba consejos valiosos sobre estrategia, nutrición,
hidratación, y mentalidad. Nunca hace
falta de corredores con consejos, pues pareciera que cada corredor se cree
experto en la materia y da consejos aun cuando no son solicitados. Pero cuando me veo con necesidad de aclarar
algo sobre este deporte recurro a Julio. Él siempre ha sido acertado con sus
consejos. Recuerdo esos mensajes solo a
unas semanas antes de la competencia:
-¿En cuánto tiempo quieres terminar?
-Si es posible en menos de 24 horas, pues quiero la
hebilla especial
- ¿Entonces en cuanto tiempo quieres terminar cada
vuelta [al circuito de 25 km]
- Creo que en 2 horas y media
- Es muy rápido.
Tienes que conservar energía durante el inico. Seria mejor completar cada vuelta inicial en
3 horas. Camina todas las subidas
iniciales.
- ¿Todas ó únicamente las más inclinadas?
- ¡TODAS! Y recuerda que los puestos de abastecimiento
son solo para eso. No pares a descansar,
solo toma lo que se requiera y continua.
Así pues hice apuntes mentales de todos los otros
consejos que el muy amable me proporcionó.
Ni mi mente ni mi cuerpo habían llegado a esas instancias. 100 millas seguramente serían tan duras para
mi cuerpo como para mi estado mental. De
eso estaba seguro. Atentamente entonces
escuché a cada consejo de Julio quien a solo semanas de la competencia, él
había decidido recorrer las 100 millas de Javelina por segunda vez ese año,
pues otra competencia a la cual él había entrado se había cancelado debido a
tormentas eléctricas.
En las competencias de 100 millas de Estados Unidos se
acostumbra permitir que cada corredor haga uso de un acompañante (llamado
“pacer” en inglés) en las ultimas instancias de la carrera. Javelina permite que un pacer a la vez
acompañe a cada corredor en las últimas 40 millas. Lo más común es que cada corredor pida ayuda
a más de un “pacer”, pues la mayoría de esos acompañantes no están dispuestos o
preparados para recorrer 40 millas un solo día.
Aproximadamente un mes antes de Javelina, conocí a
Juan, un corredor con vasta experiencia en eventos de 5 y 10 kilómetros. Él nació en San Francisco del Oro, Chihuahua,
una ciudad pequeña muy cercana a Parral, ciudad donde nacieron mis padres. Así entonces desde primeras instancias Juan
me pareció una persona agradable, en parte debido a que compartíamos esa solidaridad
que suele existir entre gente de una misma región. Poco después se me ocurrió pedirle que me
acompañara durante algunas millas del recorrido de Javelina. Pensé que a Juan quizá le gustaría hacer una
transición de competir en carreras cortas a ultras en veredas. Juan era claro en expresar que aunque fueran
10 millas (16 kilómetros) las que me acompañara, seria una distancia mayor a la
que él corría. Le aseguré entonces que
la tarea de “pacer” seria fácil, pues a ultima instancia era seguro que mi
ritmo seria bastante lento al momento que un pacer pudiera entrar a acompañarme
(después de haber recorrido ya casi 100 kilómetros).
Juan es un corredor nato. En medio de su humildad, solo de manera
accidental Juan mencionó haber sido el corredor más rápido del estado de Chihuahua en
competencias de preparatoria. No me
sorprendió su historial, pues de forma fácil se percibía su habilidad. A pesar de su habilidad, Juan parecía
titubear. Como muestra de que estaba
comprometido a ayudarme, preguntó si era posible recorrer juntos el circuito de
Javelina con anterioridad. Claro que no
podía yo rehusarme, pues él hacia un sacrificio al estar de acuerdo en
ayudarme. Su interés en conocer el
recorrido era más que una muestra de su compromiso en ayudarme. De día, recorrimos juntos una vuelta al
circuito de 25 kilómetros de Javelina pero a aproximadamente 2 kilómetros de
terminar el recorrido, Juan se redujo a caminar, pues era la primera ves que
sus piernas jamás habían corrido esa distancia.
Yo seguía sin preocupación y esperaba que el hecho de ese día tuviera
también a Juan sin cuidado, pues yo insistía que durante la carrera, yo
seguramente correría muy lento debido al cansancio.
De forma increíble, Juan pidió regresar el circuito de
Javelina una vez más. Esta vez de noche,
pues seguramente el sol ya habría caído al momento que en el día de la carrera
él entraría a acompañarme. Por supuesto
que accedí. Una vez más me sentí sorprendido y agradecido por la gran muestra
de compromiso por parte de Juan. Esa
noche fue tan extraña como mis primeros entrenamientos, pues el circuito de
Javelina se encuentra en una área desértica y relativamente lejos de cualquier
zona residencial. En ese momento que
llegamos a la vereda desértica se encontraba solo un otro auto. Seguramente pertenecía a alguien que recorría
una de las muchas veredas de esa zona, pues el área es frecuentada por muchas
personas que se recrean en bicicleta de montaña, a caballo, o corriendo. Pero siendo que la noche había caído, ya no
había personas allí. Cualquier persona
que había visitado el lugar ese día ya estaba en casa o en algún otro lugar
haciendo cualquier otra actividad más común para un sábado nocturno, con
excepción de la persona que había estacionado ese único auto. Recuerdo haberle comentado a Juan, “nosotros
estamos aquí a punto de correr por un par de horas mientras muchas personas se
encuentran cerveceando”. A la noche
extraña se agregaban los aullidos de coyotes que percibíamos claramente no muy
lejos. Después de estirar las piernas,
emprendimos el recorrido a oscuras, asistido cada cual con una lámpara de
cabeza.
Después de correr por un par de minutos, en contra de
nosotros corría alguien también con una luz de cabeza. Pronto cruzamos el camino con un breve
saludo. Ese corredor estaba a punto de
llegar a su destino, su auto que acabábamos de ver donde nosotros nos
estacionamos. Fue claro que entonces
éramos los únicos en el desierto. A
pesar de tener la compañía uno del otro, la sensación de estar en el desierto
durante la oscuridad y en zona desolada es algo único. Se mezcla un nerviosismo con el alivio de las
endorfinas y otras sensaciones que todas juntas son imposibles de explicar a
alguien quien jamás haya hecho esa misma actividad. Sin ningún percance, poco más de 2 horas
después llegamos de regreso al auto. Juan
no solo había corrido por segunda vez en su vida 25 kilómetros, si no que lo
había hecho a un ritmo relativamente rápido tomando en cuenta las secciones con
cuesta arriba y las secciones rocosas.
Quedo así confirmado que Juan podría ayudarme el día de la carrera sin
ningún problema. Su fluidez que lo
distingue como corredor lo convertía en un “pacer” formidable. A la vez yo esperaba que se lograra el
objetivo principal: que él viviera el ambiente de un ultra y que quizá le
agradara la idea de convertirse en un corredor de montaña y de distancias
largas.
Con un poco de pesar, había yo decidido no tomarle la
palabra a Ryan de que me acompañara de “pacer” para Javelina. Pues sentía yo que su forma de ser quizá me
molestara. Ryan es un tanto efusivo y
seguramente durante el recorrido trataría de motivarme demasiado y lo ultimo
que yo desearía eran palabras de sobra durante momentos de gran
agotamiento. No saqué el tema de “pacer”
con Ryan. Juan y mi amigo James habían
estado de acuerdo en acompañarme y así sería.
Durante las semanas anteriores a Javelina, repasaba yo
la lista de inscripción. Me ganaba la
curiosidad. Quería saber que corredores
elites irían y cuantos compatriotas mexicanos estarían allí. Para mi sorpresa, un día ya cercano al evento
vi los nombres de cuatro competidores Tarahumara. No lo podía creer lo que vi en la lista. Muy lejos de la Sierra de Chihuahua estaría
en la misma competencia con Miguel Lara, Isidro Quintero, Horacio Estrada y
Arnulfo Quimare.
Pronto contacté a Mariposa, la novia de Caballo
Blanco, pues estaba seguro de que ella sabría con quien se hospedarían los
corredores Raramuri. Me dijo que se
quedarían con Michael y Kimberly, una pareja de corredores quienes por varios
años habían acudido a la carrera de Urique y quienes viven en Arizona. Estando en Arizona, conocí a Michael y le
expresé mi cariño por la cultura Raramuri en general. Me ofrecí a ayudar con lo que se requiriera para
la estancia de los corredores. Michael
dijo no saber de algo que se requiriera, pero me invito a salir a cenar con el
grupo de corredores Tarahumara un par de días antes de la carrera. Que increíble. Me sentí más que afortunado. Todo era difícil de creer: me había inscrito
a una carrera increíblemente larga, en la carrera participarían corredores
Tarahumara entre ellos Arnulfo Quimare, y dos noches antes compartiría una cena
con ellos.
La cena con Michael, Kimberly, y los corredores
Tarahumara fue tan agradable como pensé que lo sería. Durante la cena, aproveche para pedir
consejos de Michael y Kimberly. Los dos
son personas muy agradables y con mucha experiencia en ultra maratones de
montaña. Michael me proporciono con tres
consejos que recuerdo claramente. Al
igual que Julio, me dijo que empezara con un ritmo muy lento, “yo he intentado
muchas estrategias y lo único que resulta exitoso es empezar lentamente”. Agrego, “si te sientes mal emocionalmente,
como triste o deprimido, es seguro que es por falta de calorías. Come algo a pesar de que no sientas
hambre. Otra cosa, al ser tu primera
carrera de 100 millas, va a llegar el punto en el cual sientas que simplemente
ya no puedes seguir. No hagas caso. Continua corriendo y después pasara eso”. Kimberly también aporto con un consejo,
“puede que te sientas mal cuando caiga la noche pero en cuanto sale el sol a la
mañana siguiente, entra una energía renovada.
Espera ese momento”.
Antes de esa noche había yo hablado con Arnulfo en
solo dos ocasiones. La primera fue el
desaire en Urique cuando rechazo mi petición de una foto y la segunda fue
cuando de coincidencia me encontré formado en una fila justo atrás de él en un
ultra de Guachochi, Chihuahua. Siempre
lo rodean personas que piden fotos. Yo
estaba seguro que el no recordaría jamás antes haberme conocido y así fue. Pero este tercer encuentro con él era
diferente. Compartimos alimento en una
misma mesa y platicamos en la casa de Michael y Kimberly antes y después de la
cena. Justo antes de irme de la casa en
donde se hospedaban, Arnulfo me dijo que tendría un convivió en su casa en la
Sierra. Me pidió mi numero de teléfono y
me invito a su convivió. Era el
colmo. Cuando me fui de con ellos conduje
con una sonrisa permanente. A menudo se
usa la frase “solo en este deporte”.
Pues lo que se vive en los ultra de montaña no se puede comparar con
otros deportes. Por ejemplo, no muchos
basquetbolistas puramente novatos podrían presumir de haber conversado con
LeBron James o cualquier otra estrella del momento y mucho menos probable sería
que la estrella del momento invitara a un desconocido a un convivió en su
casa. El 2014 cerraba ya de forma
estelar. En abril de ese año había yo
corrido mi primera competencia y durante los siete meses que siguieron viví una
serie de experiencias que nunca me había esperado. Sin importar que sucediera en Javelina, me
sentía ya afortunado. Había sentido
durante el transcurso de ese año el beneficio de las pequeñeces que en realidad
valen y que juntas se habían acumulado para amortiguar los momentos
desagradables que toda vida adulta suele tener.
Con mi amigo Arnulfo Quimare despues de compartir cena en Scottsdale, Arizona justo antes de Javelina 100, 2014 |
Entrega de paquetes para corredores participantes. Javelina 2014. |
Me asignaron el 409 para participar en Javelina 2014. |
La noche anterior al evento dormí poco, tal como ha sucedido en cada noche anterior a una competencia. Los nervios me impiden noches completas. Parece que los pensamientos constantes en el subconsciente me despiertan.
El ambiente en Javelina es de fiesta. Cada año la competencia se lleva a cabo cerca
del de Halloween, día de disfraces en Estados Unidos. Los organizadores promueven la carrera como
“la fiesta más grande de Halloween“ y muchos de los participantes corren con
disfraz. Yo decidí usar un penacho de plumas tipo jefe indio.
Los corredores de 100 millas empiezan a las 6 de la
mañana y los de 100 kilómetros lo hacen una hora después. Todos en el mismo circuito dando vueltas a la
vereda desértica de 25 kilómetros llamada “Pemberton”. A la hora del comienzo todavía no salía el
sol. Con lámparas de cabeza, casi 600 de
corredores comenzamos la carrera. Los primeros
8 kilómetros los corrimos juntos Julio y yo.
De allí el se aparto adelante y durante la carrera lo vi solo cuando
tocaba ir en dirección opuesta en el circuito.
El desierto de Sonora en Arizona suele ser cálido aun en otoño. El calor se hizo presente desde el momento
que salió el sol, pues en el circuito no hay prácticamente ningún árbol que de
sombra. Afortunadamente ese día estuvo
parcialmente nublado. Cualquier nube,
por muy débil que fuera su capa, era bienvenida. Es precisamente el calor el enemigo numero
uno de los competidores en Javelina año tras año. En algunas ediciones, es tan alta la
temperatura que cerca de la mitad de los competidores que inician deciden
abandonar la carrera debido al agobio.
Con Sergio Vidal (alias Nox) de Jalisco durante madrugada de competencia justo antes de la salida a Javelina 2014. |
Durante la segunda mitad en mi primera vuelta al
circuito, recuerdo haber platicado con un competidor que había viajado desde
Nevada. Mientras estaba envuelto en la
platica, por unos minutos no me percate que iba demasiado rápido. Vi el ritmo en el reloj GPS y a pesar de que
me sentía con las piernas bastante frescas, le comente al corredor con el que
conversaba que iba a tener que bajar ritmo, que el siguiera. Para mi iba en contra de la lógica bajar de
ritmo mientras me sentía más que bien, pero creía en los consejos de Julio y
Michael y me iba a apegar a las instrucciones y correría a un ritmo
relativamente lento durante las primeras vueltas al circuito. Recuerdo haber encontrado varios conocidos en
el recorrido y en más de una ocasión escuche el mismo comentario, “no te ves
cansado”. Mi respuesta no variaba, “no
estoy cansado, me aconsejaron que corriera de una forma conservadora y así lo
estoy haciendo”. De cualquier forma el
cansancio se fue acumulando, pues inclusive de pie por horas el cuerpo pide
reposo. Conforme pasaron las horas, se
acumulaba el cansancio y el calor aumentaba y con más frecuencia tomaba
descansos al reducir el ritmo de correr a caminar por unos metros. Después de un par de vueltas coincidí en
ritmo con Victor Batiz, un compatriota que viajaba desde el estado de Sinaloa
para el evento de 100 millas que sería su segundo, ¡pues había terminado un
evento de la misma distancia solo una semana antes! Compartimos varias secciones a la par y
conversamos extensamente. Según nosotros
desmenuzábamos temas complejos de tipo social y demás. No solo analizábamos temas; según
solucionábamos problemas. Es casi cómico
como pueden llegar a ser tan profundas algunas conversaciones que se llevan
acabo cuando uno recorre distancias largas acompañado de alguien.
Vista satelital del recorrido de Javelina Jundred. Carrera de 100 millas justo al norte de Fountain Hills, Arizona. |
Amigazo Victor con quien recorrí varias horas y muchos kilometros durante Javelina 2014 |
Javelina 100, edicion 2014. |
En dos o tres ocasiones cruzaba en sentido contrario un hombre vestido de calavera -mascara incluida- y me saludaba por nombre. Yo contestaba sin saber quien me saludaba. Después de varias vueltas, la calavera corría sin mascara, pues el calor ya era demasiado para usarla. ¡Hasta entonces supe que la calavera amigable era Michael! Era bastante agradable escuchar un saludo. El ánimo se levantaba cada vez que intercambiaba saludos con alguien conocido. La hermandad entre los competidores compatriotas era palpable. Igualmente agradable era ver que durante gran parte del recorrido, 3 de los 4 punteros eran mexicanos. El eventual ganador, un estadounidense de nombre Catlow se había visto perseguido la mayor parte del tiempo por Oswaldo (jalisciense) y los corredores Raramuri Miguel e Isidro. ¡Que orgullo era ver mexicanos al frente! Especialmente al tomar en cuenta que de los más de 300 competidores de 100 millas, solo una docena éramos mexicanos.
Arnulfo competía en el evento de 100 kilómetros. Después de que yo había recorrido más de 50
kilómetros, mire hacia atrás y para mi sorpresa vi que Arnulfo venia justo
atrás. Al verme, redujo su paso y
recorrimos un tramo juntos. A pesar de
que había un gran numero de competidores en un mismo circuito, por momentos hay
separación tan grande que uno encuentra momento solo. En ese momento corríamos Arnulfo y yo sin ver
a alguien más cerca. Fue aun otro
momento especial, corría yo a la par de mi corredor ídolo y no lo podía
creer. Una vez más pensé, “solo en este
deporte pasa esto”. Volteaba yo a ver si
alguien pudiera tomar foto pero nadie se percibía alrededor. Arnulfo me compartió que traía un dolor. Le ofrecí una pastilla para la inflamación y
sorpresivamente la tomó. Arnulfo parecía
querer hacer en recorrido junto a mí.
Después de unos minutos lo despaché, “tu sigue adelante. Yo voy más despacio”. Con su forma tan ligera de correr poco a poco
se perdió de vista frente a mí habiéndome yo quedado sonriendo por el corto
momento que corriendo compartí una vereda con Arnulfo. La próxima vez que vi a Arnulfo en el
trayecto me pidió otra pastilla, pues su dolor continuaba. En su forma tan breve de hablar dijo, “la
medicina esta buena. ¿Tienes
otra?”. Yo no acostumbro tomar
analgésicos o cualquier otro medicamento.
Cargaba esas pastillas únicamente en caso de emergencia y resultó buena
idea traerlas, pues ayude a mi nuevo amigo Arnulfo ese día.
El la parte más lejana de la meta donde se encontraban
espectadores había un puesto de abastecimiento en donde claramente los
voluntarios estaban de fiesta. Al hablar
con uno de ellos, su aliento a alcohol me alcanzo de lejos. Conforme la tarde caía, cada nueva vuelta a
ese puesto delataba el crecimiento en el ambiente. Los voluntarios cada vez estaban más
interesados en su diversión y menos en atender a los participantes. Debido a mi cansancio acumulado, ya en la
noche pasar por ese puesto era irritante.
Pues yo me encontraba en medio de una tarea muy diferente a la de
ellos. La fiesta allí en la noche
incluía música a volumen alto e incluso un micrófono donde compartían
payasadas. En mis pensamientos apodé al
puesto “los borrachitos”.
Al caer la noche, cuando pasé por el área de
espectadores me percate que Juan ya había llegado con su familia. No así James, el que se suponía sería el
segundo “pacer”. Parecia claro que James
no se presentaría. Seguramente tenia yo
algún mensaje de él en mi celular, pero este estaba guardado. De cualquier forma no importaba la razón de
James por no haber llegado. No podía
darme el lujo de pensar en eso. Pensé
que tuviera yo que seguir solo y esperar a que Juan me acompañara las ultimas
25 millas (40 kms). Cuando faltaban 40
millas (aprx. 64 kilómetros), Juan me pregunto que si quería que entrara en ese
momento a acompañarme. Era riesgo, pues
si él me acompañase solo por una sección para que después yo hiciera el último
recorrido solo, lo haría yo sin compañía en el momento de mayor
agotamiento. La idea de ser acompañado
sin esperar más era atractiva así que sin pensar más, empezó Juan a acompañarme
en el recorrido faltando todavía mucha distancia para llegar a la meta.
El cuerpo había aguantado por varias horas el
cansancio y calor. Había recorrido casi
100 kilómetros y me faltaban 64. En
momentos me quejaba yo con Juan de la tarea que a esas instancias parecía
difícil de lograr. Me frustraba la
sensación de que el recorrido nunca iba a terminar. De forma sutil, Juan me alentaba, pero a mi
no me interesaba escuchar palabras de aliento.
Las palabras eran de sobra, yo solo
quería el beneficio de su compañía en lo que se había convertido en una vereda
con un panorama muy diferente. Estaba ya
oscuro y había menos competidores.
Algunos corredores de los 100 kilómetros ya habían terminado y otros de
ambas competencias habían abandonado la carrera. Mi respuesta corta a cada intento de Juan de
reavivarme era casi invariable mente la misma, “si”. Ya estaba yo de mal humor. No tenia ganas de conversar. Faltando 40 kilómetros, coincidí en el puesto
principal con Ira, el competidor Ironman a quien había conocido brevemente en
un entrenamiento previo. En esa
instancia estábamos él y yo parejos en tiempo.
Ira se veía bastante malhumorado y expreso, “olvidémonos de las 24
horas”. Sinceramente yo no estaba
pensando en el tiempo. Mi enfoque estaba
en mantenerme lo más integro posible para no colapsar. Nunca durante el recorrido me había puesto a
hacer cálculos de tiempo para saber si sería posible ser premiado con la
hebilla vaquera especial de 24 horas.
Los organizadores permiten hasta 30 horas para terminar el recorrido. Yo no iba tan lento como para que me
preocupase él límite de 30 horas. Al
regresar al puesto de los borrachos por última vez esa noche, faltaban
aproximadamente 25 kilómetros. A pesar
de que me aborrecía estar en el ambiente de fiesta de ese puesto, me tomé en
esa ocasión varios minutos para comer, tomar, y usar el baño portátil. Tomé tanto tiempo reabasteciéndome que mis
piernas se enfriaron y sentí las consecuencias del trato que le había dado a mi
cuerpo por más de 130 kilómetros durante muchas horas. Lo que más dolía eran las
articulaciones. Advertí a Juan que reemprendería el recorrido lentamente, pues más allá de que
después del puesto se encontraba una cuesta hacia arriba, tendría que permitir
que mis piernas entraran en calor y así quizá sentir menos el dolor. Claramente le dije a Juan que sentía mucho
dolor en las piernas. Mientras nos
alejábamos del puesto de abastecimiento caminando lo más rápido que era
posible, algunos pensamientos invadieron mi mente. Pensé en lo que había dicho Ira. ¿En realidad era posible lo que el dijo? ¿Se había escapado la posibilidad de lograr
terminar en menos de 24 horas? Empecé a
hacer cálculos en mi mente. Deduje que
aun con un paso bastante lento (15 minutos por cada milla) podría lograr
terminar en menos de 24 horas. Luego
pensé en el sacrificio que había hecho mi familia para estar allí. Se habían desvelado para verme en la meta
mientras acampaban. Sentí entonces la
responsabilidad de dar el máximo esfuerzo posible para igualar el sacrificio
que ellos habían hecho por mí. Sin decir
una sola palabra empecé a correr después de haber caminado lo que seguro era
con un paso lento de una persona con dolor y muy parecido a un anciano
artrítico. Al ver el cambio brusco, Juan
pregunto de inmediato, “¿qué pasó?.
Tajante y con solo cuatro palabras le respondí, “quiero las 24 horas”. A pesar de que corría el riesgo de caer en un
agotamiento tan grande que pudiese requerir que parara para recuperarme, decidí
ir con todo lo poco que me quedaba de energía.
Juan y yo empezamos a pasar a muchos corredores a partir de ese
momento. A esas horas, ya en la
madrugada, algunos participantes estaban sentados o acostados enseguida de la
vereda debido al sueño, el calor, o el cansancio. Yo no sabía si a los que yo estaba pasando
eran competidores de mi carrera o del evento de 100 kilómetros. Tampoco me importaba saberlo. El reto era entre mi y el reloj. En el último punto de revisión, ya a 5
kilómetros de la meta, una voluntaria pedía el numero de cada participante para
actualizar su registro. Al decirle mi
numero ella respondió con una pregunta, “¿quieres terminar en menos de
24?”. “¡Si!”. “¡Pues adelante!”. Esa sección del desierto nunca antes la había
visto. Es una vereda que agregaron los
organizadores para completar la distancia de 100 millas. Afortunadamente ese tramo corto era cuesta
abajo y con una arena suave pero no suelta.
Juan apretó su paso y yo lo traté de alcanzar. Quería pedirle que disminuyera el ritmo, pues
ya prácticamente habíamos logrado las 24 horas.
Pero era imposible pedirle a Juan que bajara el ritmo, pues primero
tenia que correr yo rápidamente y alcanzarlo.
¡Que sentimiento! Sabía que en
cuestión de minutos vería las luces de la meta.
Aun así, ese tramo se sentía eternamente largo. Finalmente llegamos a la meta en 23 horas y 9
minutos. Después de que Juan me
acompaño, logré pasar a más de 60 competidores.
A pesar de que no fue planeado que Juan me acompañara por 64 kilómetros,
así resultó. Ese día, los dos recorrimos
la distancia más larga en el historial de cada cual. Así quedo confirmada la gran habilidad de
Juan como corredor.
Dia previo a Javelina 100 (edición 2014) compatriotas Mexicanos posan para foto.
De
izquierda a derecha: Miguel Lara (Porochi, Chihuahua), Juan Mendez (San
Francisco del Oro, Chihuahua), Ramón Chingón (Territorio Apache,
Chihuahua), Oswaldo Lopez (Jalisco, México; gran campeón de Badwater,
carrera de gran renombre a nivel mundial), Sergio Vidal Alvarez
(Tesistan, Jalisco), Arnulfo Quimare Gutierrez (Sorichiqui, Chihuahua),
Horacio Estrada Merino (Porochi, Chihuahua), Isidro Quintero Mora
(Porochi, Chihuahua)
|
El Desierto Fué Testigo y El Desierto Nunca Miente.
566 corredores habíamos empezado juntos en la oscuridad esa edición de Javelina. Ese año, el gran reto del evento se había devorado a casi la mitad de los competidores de 100 millas. 290 personas logramos terminar y 276 abandonaron el intento. 98 personas logramos terminar en menos de 24 horas. Gordy –si, el Gordy de 67 años quien en 1974 corrió 100 millas en montaña, empezando así un nuevo deporte- ¡también él terminó Javelina en 2014! Miguel Lara, él joven corredor Raramuri que ha acaparado la mayoría de los primeros lugares en los últimos ultras en la Sierra Tarahumara, quedó en segundo lugar. Otro compatriota, el jalisciense Oswaldo López, logró el quinto puesto. ¡Que orgullo! Arnulfo consiguió el tercer lugar en la competencia de 100 kilómetros que consistió de 154 participantes. Yo quedé muy lejos del podio de premios en el lugar 67. A pesar de eso, el haber terminado 100 millas en menos de 24 horas tuvo sabor a victoria en muchos aspectos. Aprendí que mi cuerpo puede seguir cuando parezca que no. Se dice que uno vive toda una vida durante el transcurso de 100 millas y así lo creo. Ese día viví nervios, entusiasmo, compañerismo, dolor, y triunfo. Todo en poco más de 23 horas. Después de haber pasado el dolor (o quizá antes) había ya añorado sentir otra vez esa experiencia de una travesía larga. Las ultra distancias se pueden convertir en efecto en una adicción mayormente positiva.
No hay "despedida" hay un "hasta pronto". Estrechando manos con mi amigo Julio de la Ciudad de México durante la mañana de la culminación de Javelina 2014 |
Arnulfo Quimare en su recorrido de 100 km, Javelina 2014 |
Julio se masajea durante un descanso. Javelina 100, noviembre 2014. |
Corredor Raramuri Miguel Lara corre hacia su segundo lugar de la competencia de 100 millas. Javelina 2014. |
Gordy en su recorrido por el desierto de Sonora cerca de Fountain Hills, Arizona. 100 millas de Javelina, 2014. |
Gordy. 100 millas de Javelina 2014. |
Uno de los muchos con disfraz. |
Michael me invitó a un convivio en su casa la noche después de Javelina. Allí todavía estaban los corredores Tarahumara y una vez más fue agradable convivir con ellos. El grupo en casa de Michael era relativamente pequeño. Quizá poco más de 20 personas asistieron y eso resulto en un convivió relajado e intimo. Para mi gran sorpresa, el fundador de las distancias ultra, el mismo Gordy, estaba allí presente y me toco conversar con él por un par de minutos. Una vez más de forma increíble me encontraba frente a frente con una gran persona pionera del deporte (“solo en este deporte sucede eso”).
Con "Gordy" Ainsleigh. Cena despues de Javelina 2014 en casa de Michael y Kimberly. |
Después de Javelina, Juan se enfocó en distancias más
largas a las que antes había competido.
Solo un par de meses después de Javelina, termino un maratón, algo con
lo que él dice haber soñado por muchos años.
Dijo haberse intimidado anteriormente por la distancia de un
maratón. Obviamente Javelina ayudó a que
él confirmara su habilidad. Tomando en
cuenta que al maratón de enero del 2015 llegó con una pequeña lesión y que era
la carrera más larga de su vida, termino en un muy bien tiempo de 3 horas y 19
minutos.
Con "Gordy" Ainsleigh un dia antes de Javelina 100, 2014 |
WESTERN STATES ME CIERRA EL OJO
Terminado el evento en Javelina, me ofrecí a
transportar a algunas personas extrañas que esperaban a un camión para ser
llevadas de un estacionamiento a otro.
Entre esos extraños estaba Marty, uno de muchos corredores que en los
últimos años viajan de California a Arizona para correr en Javelina. Gordy también comúnmente usa Javelina como su
carrera que lo califica a Western States.
Al muchos corredores de California parecer usan a Javelina como
“trampolín” para poder entrar a la lotería de Western States. Pues Western
States requiere que para entrar al sorteo anual, cualquier interesado haya
terminado una de las carreras que ellos incluyen como elegibles. Javelina, quizá es vista como una de las
carreras elegibles para el sorteo de Western de menor dificultad, pues aun que
el calor es agobiante, el desnivel es menor que otras carreras de 100
millas. Llama la atención que Javelina
se lleva a cabo en veredas que recorren lomas pero no montañas.
Durante el recorrido de solo unos minutos en el auto
con Marty, el me preguntó que si yo iba a solicitar entrada para Western por
medio del sorteo, después de todo, el logro en Javelina me permitía entrada a
la lotería. No tuve que pensar en mi
respuesta. Inmediatamente respondí, “No
lo sé. No puedo pensar en eso. Hace solo un par de horas he terminado la
carrera más larga de mi vida y aun estoy procesando eso”. Marty insistió, “¿Sabes que el periodo de
inscripción para la lotería es corto?”.
“Si creo haber escuchado eso”. Ni
de broma podía yo pensar en Western States en ese momento. Participar en la carrera de 100 millas más
legendaria del planeta era mucho digerir para mí. Marty insistió aun más “¿Sabes que el periodo
de inscripción inicia la semana entrante?”.
¡Que empeño el de él! Al final
del recorrido de solo 5 minutos en auto, había yo decidido llevar la corriente
a Marty. “Bien”, le dije, “Si sortean tu
nombre yo te ayudo y si sortean el mío tu lo haces. ¿De acuerdo?”. “Claro”, dijo Marty, “yo he ayudado a
corredores en Western en el pasado”.
Intercambiamos números telefónicos y cada cual partió a su destino. “¡Que madre!”, al igual que un comentario de Ryan
meses antes se había internado en mi mente en calidad de reto, ahora aparecía
otra persona con un reto nuevo y más grande.
Para Western hay interés de corredores de todo el
mundo. Las probabilidades de ser uno de
los elegidos son muy pequeñas. Para el
evento del 2015 era tan grande el número de corredores interesados que cualquiera
con un boleto tenía un 4% de probabilidad de ser sorteado(a). Yo decidí enviar mis datos para el sorteo
pero tenia la certeza, en base el 96% de probabilidad en mi contra, de que
claramente no sería yo sorteado. En la
lista de los interesados de todo el mundo, habían otros 12 corredores mexicanos
soñando con una entrada a Western para el 2015.
En la lista aparecía el nombre de mi nuevo amigo Víctor Batiz con quien había
recorrido bastantes millas en Javelina disfrutando su conversación. Aparecía en la lista también el gran campeón
Tarahumara Miguel Lara. De los 13 mexicanos, seguro que por lo menos uno sería
sorteado.
A cada corredor que no es sorteado, Western le da
boletos adicionales para los intentos siguientes. Claro, cada año que alguien desee intentar de
nuevo en la lotería debe de igual forma completar una de las competencias
elegibles. Así, después al segundo año
después de un intento fallido, proporcionan 2 boletos al interesado para
ofrecer una probabilidad más grande de ser sorteado. El tercer año de intentos fallidos se
incrementa a 4 boletos, el cuarto año a 8, y así de forma exponencial los
desafortunados llegan hasta números grandes de boletos en la urna. De esa forma, cada año hay un número de
interesados con hasta 32 boletos. Así es
la dificultad que representa ser parte de Western.
El 15 de diciembre del 2014, un mes y medio después de
Javelina, el sorteo se llevaría a cabo en la escuela Placer de Auburn,
California, lugar donde el evento anual culmina en la meta de las 100
millas. Se sortearían 270 nombres y los
resultados se publicarían en Internet.
Marty ese día condujo 2 horas para presenciar el sorteo en vivo. ¡Es así tanto el fervor que causa Western
States!
El sábado del sorteo yo me encontraba entrenando en
montaña junto con cuatro compañeros.
Aunque surgió el tema de que el sorteo se estaba llevando a cabo al
momento que estaríamos corriendo, yo no tenia interés en seguir los resultados
en vivo. Al terminar los 25 kilómetros
esa mañana, saqué mi celular de la mochila de hidratación. Había dos mensajes, uno de Marty y otro de
Sergio Vidal, corredor jalisciense quien había corrido en Javelina y había
también incluido su nombre en el sorteo.
Cada mensaje decía, “felicidades”.
Inmediatamente supe a lo que se referían. Entre al sitio de Internet del sorteo para de
forma inmediata ver mi nombre en la parte más alta de la lista, ¡pues mi boleto había sido
el ultimo elegido! ¡Que increíble! 8 meses y medio
antes había empezado a competir en carreras por primera vez en mi vida en aquel
evento de 50 kilómetros que no estaba seguro que podía terminar y poco tiempo
después me encontraba con mi nombre en la lista de Western States. Rápido expresé lo obvio, “no tengo miedo a
Western, pero si a la preparación que tendré que hacer”.
Western States ha caído de muchas formas como un
regalo. Reconozco que he sido elegido
más por suerte y menos por merito propio.
De cualquier forma siento un gran compromiso de representar a mi país,
pues fui el único mexicano seleccionado para participar en la siguiente edición
de Western. Los otros 12 compatriotas
que se agregaron a la lotería no corrieron con suerte.
Los siguientes 20 países de todos los continentes serán
representados en Western States en junio 27 del 2015. Enseguida del nombre de cada nación aparece
él número de representantes de cada cual:
Australia, 3
Canadá, 10
España, 3
Estados Unidos, 340
Finlandia, 1
Francia, 8
Gran Bretaña, 8
Hong Kong, 2
India, 1
Italia, 1
Japón, 2
Lituania, 1
México, 1
Nigeria, 1
Noruega, 1
Polonia, 1
Republica Checa, 1
Sudáfrica, 1
Suiza, 1
Ucrania, 1
388 hombres y mujeres forman la lista para la edición
del 2015. 270 corredores entramos por
medio de la lotería y el resto fue por otros medios.
2015;
PREPARACIÓN PARA WESTERN STATES
Después de Javelina 2014, Arnulfo ha hecho varios
viajes a Arizona y California. En su
viaje a esas carreras, ha pasado por mi casa a saludar. En una de esas ocasiones le pedí que si me
acompañaba como “pacer” en Western. Para
mi sería un gran honor llegar a la meta acompañado de Arnulfo con su vestimenta
original. Inicialmente Arnulfo respondió
afirmativamente pero eso no tuvo mucho significado, pues Arnulfo responde
positivamente a casi todo. Después de
intercambiar unas cuantas llamadas, me fue claro que Arnulfo no me acompañaría
a Western, pues es muy complicado para el hacer el viaje tan largo.
Revancha. Ultramaratón Caballo Blanco 2015. Urique, Chihuahua.
13ra edicion. 2015. |
Dos años después de mi abandono de carrera en Urique
el 2013, regresé con sed de revancha.
Esta vez armado con conocimiento sobre el deporte y con 19.5 kilogramos
menos, llegué a Urique con ansias de comprobarme a mí mismo lo que había
avanzado. Allí me encontré con mi nuevo
amigo Víctor de Javelina. Siempre ha
sido agradable saludarlo por mensajes de celular y esta era la primera vez que
lo veía desde Javelina. Desgraciadamente
la versión oficial del ultra Caballo Blanco se canceló debido a violencia
causada por el narcotráfico en un pueblo vecino por donde pasaría la ruta de la
carrera.
El municipio creo una ruta alterna. La nueva carrera sería de 66 kilómetros y no 80. En medio del pánico creado por la violencia, algunos participantes decidieron no correr la carrera modificada. Los corredores con los que yo había llegado a Urique deseaban salir del área de inmediato y yo decidí respetar su decisión y partir con ellos a pesar de que yo tenia el deseo de proseguir con la carrera alterna. Antes de partir de Urique, decidí a acompañar a Tania, amiga de Víctor en calidad de “pacer” durante la segunda mitad de sus 66 kilómetros. Víctor habia empezado su viaje de regreso a casa y yo estaba seguro de que Tania aceptaría la compañía. Sentí yo la responsabilidad de ayudar a Tania a que terminara su logro y por merito propia ella lo logro. Ella lloró al llegar a la meta y a mí me conmovió, pues me sentí orgulloso de ella a la vez que me gustaba pensar que mi compañía le había ayudado a no bajar las manos. Entre chistes y platicas profundas, tal como había pasado cuando compartí la vereda con Víctor en Javelina, creo que se había hecho más llevadera la gran tarea. Hasta la fecha Tania y yo mantenemos contacto. Existió entonces otro ejemplo de la camaradería que existe entre corredores de montaña y de las amistades que se forman.
Reacción al aviso de cancelacion de Ultramaratón Caballo Blanco, 2015 |
Dean (Filipinas), Alfonso (Guerrero), Daniel (Alemania), y Nancy (Chihuahua) también reaccionan al aviso de la cancelacion de la carrera oficial. |
El municipio creo una ruta alterna. La nueva carrera sería de 66 kilómetros y no 80. En medio del pánico creado por la violencia, algunos participantes decidieron no correr la carrera modificada. Los corredores con los que yo había llegado a Urique deseaban salir del área de inmediato y yo decidí respetar su decisión y partir con ellos a pesar de que yo tenia el deseo de proseguir con la carrera alterna. Antes de partir de Urique, decidí a acompañar a Tania, amiga de Víctor en calidad de “pacer” durante la segunda mitad de sus 66 kilómetros. Víctor habia empezado su viaje de regreso a casa y yo estaba seguro de que Tania aceptaría la compañía. Sentí yo la responsabilidad de ayudar a Tania a que terminara su logro y por merito propia ella lo logro. Ella lloró al llegar a la meta y a mí me conmovió, pues me sentí orgulloso de ella a la vez que me gustaba pensar que mi compañía le había ayudado a no bajar las manos. Entre chistes y platicas profundas, tal como había pasado cuando compartí la vereda con Víctor en Javelina, creo que se había hecho más llevadera la gran tarea. Hasta la fecha Tania y yo mantenemos contacto. Existió entonces otro ejemplo de la camaradería que existe entre corredores de montaña y de las amistades que se forman.
Con Tania en el primer recorrido por el pueblo de Urique antes de regresar a las barrancas para despues otra vez entrar a Urique y llegar a la meta. Saludos comadre! Echele ganas!! |
Urique 2015. Tania llega a la meta despues de 66 km. Solo con un poquitin de entusiasmo. Pues ya saben como son las mujeres. :o) |
En Urique también me reencontré con Rubén, el corredor
de Guanajuato a quien había conocido en el mismo lugar 2 años antes. Fue una sorpresa verlo ya que yo no sabía de
antemano que allí estaría él. Por medio
de Rubén conocí a otros corredores incluyendo a Alfonso ("Poncho") del estado de Guerrero y a Guillermo del Distrito Federal. A ese evento también asistió Arnulfo con su
esposa Susana y su hijo Matías. Conocí
también a Arturo y Germán del Distrito Federal, dos amigos que viajaban juntos
y con los cuales compartí historias de carreras pasadas. Recorrí veredas también con Gerardo de Los
Mochis, Sinaloa y hablamos de temas variados.
Él me recordó a mí mismo, pues estaba en Urique para que Caballo Blanco
fuera su primer carrera al igual que yo lo había intentado. También con él sigo
en contacto hasta la fecha. El
reencuentro con antiguas amistades en Urique así como el haber formado otras
nuevas eclipso el mal sabor de la cancelación de la carrera oficial.
Saul (Son.), Diego (Sin.), Gerardo (Sin.), Ramón Chingón (Chih.), y Roberto (Sin.) al frente de la capilla en el poblado de Guadalupe Coronado, municipio de Urique, Chihuahua. |
Ramón Chingón con Arnulfo y su familia (hijo Matias y esposa Susana). Urique 2015.
|
Al regresar a casa, continué
pensando en opciones para acompañantes de “pacer” para Western States. Recordé la gran química que transmitían
Alfonso y Guillermo, a quienes había conocido en Urique e invité a ambos a
acompañarme. Los dos amablemente se
mostraron interesados. Después de varias
semanas de planear los detalles, cambios en el trabajo de Guillermo lo
obligaron a cancelar sus planes de ser parte de Western. Fue lastimoso para Guillermo no poder
proseguir con el plan. Alfonso y yo
igualmente lamentamos el hecho.
Poncho y Guillermo (izq. a der.) |
Después de haber sido seleccionado para Western por
medio del sorteo especial, contacté por redes sociales a Noé Castañón, un viejo
lobo de mar y compatriota. Noé, de
Zacatecas, ha sido un ejemplo de corredor ultra para todos los compatriotas
mexicanos. Aparte de Western States, Noé
ha sido participe de otras competencias igualmente grandes como Barkley
Marathons, Hardrock, y otras. Aparte ha
estado de cerca en otras de igual importancia como lo es Badwater. Yo no lo conocía de antemano. Le envié un mensaje felicitándolo por sus
logros y pidiendo consejos para Western.
Sin conocerme en persona, Noé se ha portado con gran clase. Ha accedido a acompañarme a Western States
con el grupo de apoyo. Nunca olvidare
sus palabras, “Lo he pensado y si he ayudado a otras personas, porque no he de
ayudarte a ti que eres paisano”. Por
primera vez conoceré a Noé durante los días justo antes de Western States y
estoy seguro que charlaremos como si nos hubiéramos conocido ya por mucho
tiempo. Ya hemos conversado por teléfono
y las pláticas han sido agradables. Si
por alguna razón no tendré el respaldo de Noé, de igual forma yo por siempre
recordaré su gran apoyo por el solo hecho de la disposición que ha
mostrado.
A uno de estos dos corredores de montaña todos lo conocen. Es un viejo lobo de mar... guerrero de mil batallas. Se llama Noé Castañon. Al otro en la foto creo que le dicen Kilian. |
Regreso al Gran
Cañón de Arizona
James T., un amigo quien conocí a principios del 2015
mientras hacíamos trabajo de voluntario en una carrera me contactó en mayo para
saludar. Se escuchaba feliz cuando me
compartió que había sido elegido para Leadville 100, otra carrera legendaria de
100 millas en el estado de Colorado en Estados Unidos. Durante esa conversación platicamos sobre el
entrenamiento de cada quien. Le dije que
yo había planeado mi viaje anual al Gran Cañón con unos amigos, pero que se había
cancelado. James sugirió que planeáramos
juntos ir a entrenar allí, pues ambos nos beneficiaríamos del entrenamiento
para la carrera venidera que ambos tendríamos por separado (Western States y
Leadville, respectivamente).
Fijamos el 15 de mayo como fecha para el viaje al Gran
Cañón. Otros tres amigos habían mostrado
interés en ir como grupo. James T.
Estaba empeñado en hacer la travesía en una ruta específica. Él deseaba hacer un cruce doble del cañón
empezando en la orilla sur y llegar hasta lo orilla al norte luego regresar por
el mismo trayecto. Esa ruta esta de moda
en tiempos recientes. Corredores de todo
Estados Unidos y de otros países suelen viajar al Gran Cañón en años recientes
en olas para hacer ese cruce que al que en ingles se le llama “Rim to Rim to
Rim”, R2R2R, ó R3 (orilla a orilla a orilla).
Depende de que vereda se toma en la parte sur del Cañón, la distancia
del cruce R3 varia entre 67 y 77 kilómetros (42 / 48 millas). Inicialmente yo rechacé el plan de R3. Sinceramente me enfada hacer algo simplemente
porque esta de moda. En secreto, de
alguna forma me había prometido a mi mismo que yo nunca haría el cruce R3 como
señal de protesta ó boicot.
R3 a llegado a tal nivel en cuanto a número de
participantes que ha creado fricción.
Algunos senderistas que recorren las veredas del Cañón caminando, a
veces a paso lento debido a mochilas de expedición pesadas que algunos cargan,
han protestado por las acciones de aquellos que corren el trayecto. Pues ya sea que un corredor se aproxime de
espaldas o de frente al senderista, se vuelve incomodo tener que ceder el paso
en repetidas ocasiones a los corredores que han creado congestión en el trafico
de las veredas debido a la moda de correr en el Cañón. Yo entiendo la molestia de los senderistas.
Después de pensarlo un poco, acepte recorrer la ruta
R3 con James T. Los otros tres
acompañantes harían otra ruta más corta caminando –no corriendo. Ellos no subirían a la parte norte por
diferentes motivos.
Conforme se aproximaba el día del viaje, seguíamos
atentamente él pronóstico meteorológico del Cañón. Cualquier clima desfavorable en el Cañón se
convierte en un factor adverso exagerado debido a que cruzar el Gran Cañón es
en sí algo de antemano altamente difícil.
El servicio de guarda bosques informa que cada año promedian más de 250
rescates de personas que se internan en el Cañón. Entre más cercana estaba la fecha del viaje,
el pronóstico cambió de mal a peor. Las
ciudades circunvecinas a la parte sur esperaban nevados y había alta
probabilidad de lluvias en la parte baja del Cañón.
Le llamé a James T., “Sabes, quizá sería mejor cambiar
la fecha. De acuerdo al pronostico, es
casi seguro que el cruce que de por sí será difícil estará lluvioso. Si la mayoría en el grupo se empeña en
continuar con la misma fecha yo me uno, pero prefiero no ir con ese
clima”. James refutó. Decía que si íbamos cada quien a seguir con
eventos de ultra distancia, que tendríamos que aprender a correr en climas
precarios.
El grupo se redujo de 5 personas a 3. James G., mi amigo de muchos años con quien
he compartido muchos viajes anuales al Gran Cañón y muchas otras aventuras en
otras montañas y picos, había batallado con un resfrió del cual no se recupero
a tiempo. Aparte él temía que pudiera
pasarnos debido al clima adverso pronosticado.
Después de algunos intentos por mi parte de convencerlo a ir, James
respondió con un mensaje tajante, “Me encanta tu optimismo pero tengo el
presentimiento de que pasará algo malo.
Yo no voy. No cuenten conmigo”.
Carlos, otro amigo que siempre esta dispuesto a
afrontar nuevas aventuras también abandonó la embarcación al ver que el
recorrido casi de seguro estaría lluvioso.
Su aviso que claramente incluía tono más que diplomático me causo risa,
“Va a estar muy frío. No creo que hacer
el recorrido en lo oscuro con frió y posiblemente lluvia sería una actividad
que yo pudiera disfrutar”.
Sin James G. ó Carlos, iríamos solo tres: James T., su
amigo que le apodan “el salvaje” y yo.
Al “salvaje” jamás antes yo lo había conocido, pero al parecer le apodan
así porque al igual que no le temía a la aventura venidera, le encantan las
situaciones igualmente precarias. James
G. y el salvaje se habían conocido en ambientes de competencias Ironman y
triatlones. Pensé “En que me he
metido”. Soy un corredor novato y le
estoy siguiendo la corriente a uno que le apodan “salvaje” y a otro que le
deberían apodar algo similar por razones obvias. Iría yo, un principiante, con dos viejos
lobos de mar a meterme al gran hoyo que es el majestuoso Cañón en donde aun
cuando el clima es favorable suceden lesiones igualmente majestuosas con
frecuencia e inclusive muertes. Por si
fuera poco, James G. estaba empeñado a iniciar la travesía a media noche para
evitar el trafico de personas que transitan las veredas principalmente de día
-¡por razones obvias las personas que razonan recorren con luz del día!.
Como juego de ajedrez, y al intentar evitar que yo me
viera como cobarde, fabriqué un plan. Me
propuse llegar al Gran Cañón antes que James G. y el salvaje. Pensé, “cuando ellos lleguen, yo les voy a decir
que durante todo el día que yo los esperaba, la lluvia no había cesado”. De esa manera les sugeriría en ese momento
que empezáramos el cruce a la salida del sol y no a la media noche.
El pueblo de Williams, Arizona se estancó en el tiempo. Los habitantes denominan al pueblo "la puerta al Gran Cañón", pues se encuentra a solo 45 minutos de allí. |
Cuando conduje por la ciudad de Flagstaff, a poco más
de 100 kilómetros de la parte sur del Gran Cañón, empezó a nevar. Esos días se aproximaba un frente poco
inusual, pues no es común ver nevados a medios de mayo. Ya estaba yo formando en la mente el panorama
que seguramente viviríamos. Mi mayor
miedo era quedar estancado en la parte baja del Cañón en con hipotermia causada
por nieve, lluvia, y viento en la noche oscura.
Allí abajo no hay señal de celular, es un lugar completamente remoto que
se impone con sus grandes paredes y sistema de cañones. El único confort es ver otros humanos
transitando los senderos principales
pero de noche ni siquiera eso tendríamos.
Seríamos James G., yo, y nadie más.
El salvaje estaría en otra parte del Cañón caminando, pues dijo que no
podía correr hacia abajo porque le afectaban sus rodillas.
Nieve cerca de Flagstaff, Arizona rumbo al Gran Cañón. Mayo 2015. |
Mientras conducía al Cañón vi en las redes sociales
que de coincidencia, un grupo de 6 personas que conozco estaban ya acampando
arriba en la parte sur del Cañón en ese
momento. Al parecer esperaban que el
clima mejorara para empezar el descenso.
Su plan también era recorrer R3.
Al llegar al Cañón, inmediatamente me dirigí a uno de
los puntos donde uno se puede parar en la orilla. Para mí, el panorama del Gran Cañón cada vez
es tan bonito, imponente y majestuoso como la primera vez. Fue predeciblemente agradable reencontrarme
con el Cañón, un viejo amigo. En ese
momento no se lograba ver la parte norte del Cañón, pues una neblina cubría el
ambiente mientras una lluvia ligera pero constante caía.
Una capa de niebla cubre el Gran Cañón. Mayo 2015. |
Diariamente, turistas descienden al Cañón. La mayoria recorren solo un tramo para despues regresar y otros pocos llegan hasta el fondo donde se encuentra el río. El Cañon es tan inmenso que en esta foto no se aprecia el fondo, sino solo un suelo "falso", pues lo que se ve en esta foto como parte baja es en realidad solo lo alto de otro descenso. Pareciera que hay un cañón dentro de otro. |
Fauna silvestre abunda en la cima del Gran Cañon. Aqui un alce se pasea cerca de la carretera en la orilla sur del Cañón. |
Después pasé por el campamento de los amigos que se
encontraban allí de coincidencia. Amber,
Matt, Lisa, Kathi, Jeff, y Laurie se preparaban para dormir en tiendas de campaña y dentro de
autos. Era agradable ver caras
conocidas mientras me encontraba en un lugar que ya a esas instancias estaba
oscuro y frió. Cinco de ese grupo de
seis planeaban empezar el cruce R3 en cuanto saliera el sol por la ruta de 67
kilómetros.
Después de unos minutos de conversar con los seis que se encontraban acampando, regresé a mi auto. Ellos se preparaban para ir a dormir. Gradualmente, mi ansiedad se incrementaba. El único lugar confortante era mi auto. Fuera del auto había un ambiente solemne causado por su oscuridad, temperatura baja, viento, y una lluvia persistente. Aparte me encontraba yo algo desconectado del mundo, pues mi celular no tenía señal para llamadas o Internet debido a la zona remota. Por suerte si podía enviar y recibir mensajes escritos. A pesar de que se encuentran algunos hoteles en la parte sur, en la noche nadie se encontraba afuera y eso se agregaba al ambiente poco amigable. Los pensamientos negativos me ganaban. Aun estando adentro de mi auto me sentía inseguro y victima de la naturaleza. Entonces me costaba trabajo imaginar como me sentiría en la vereda en medio de un reto grande recorriendo una gran distancia con lodo, lluvia, frió, y oscuridad.
Después de unos minutos de conversar con los seis que se encontraban acampando, regresé a mi auto. Ellos se preparaban para ir a dormir. Gradualmente, mi ansiedad se incrementaba. El único lugar confortante era mi auto. Fuera del auto había un ambiente solemne causado por su oscuridad, temperatura baja, viento, y una lluvia persistente. Aparte me encontraba yo algo desconectado del mundo, pues mi celular no tenía señal para llamadas o Internet debido a la zona remota. Por suerte si podía enviar y recibir mensajes escritos. A pesar de que se encuentran algunos hoteles en la parte sur, en la noche nadie se encontraba afuera y eso se agregaba al ambiente poco amigable. Los pensamientos negativos me ganaban. Aun estando adentro de mi auto me sentía inseguro y victima de la naturaleza. Entonces me costaba trabajo imaginar como me sentiría en la vereda en medio de un reto grande recorriendo una gran distancia con lodo, lluvia, frió, y oscuridad.
Seguí esperando el arribo de James T. y el salvaje por
unas horas mientras escuchaba la única estación de radio que se captaba. Estaba seguro de mi plan. Al llegar James y el salvaje, yo los
convencería de empezar a la salida del sol.
Después de las 9 de la noche un auto se estaciono a aproximadamente 20
metros de mí. Cinco o seis personas
descendieron del auto. Sus lámparas de
cabeza resaltaban de gran forma debido al abismo de oscuridad que prevalecía
allí. Bajé la ventanilla derecha para tratar de escuchar lo que decían. De inmediato me fue claro de que se
preparaban a descender el Cañón. El
hecho de que alguien más estaba descendiendo de noche me brindaba algo de paz a
pesar de que no equivalía garantía de que a nadie le pasaría una tragedia. Saber que habría otros seres dentro de ese
gran hoyo era confortante.
Al llegar James y el salvaje a la media noche, me
encontré sin alguna razón para no descender, pues como por arte de magia, la
lluvia y el viento habían cesado unos minutos antes de que ellos llegaran. Sin perder menos tiempo, así sin estiramiento
y solo después de que James me presento al salvaje empezamos a descender. Antes de empezar a subir el ritmo corriendo,
James y yo nos despedimos del salvaje que iría caminando. Pronto nos vimos beneficiados de los cambios
de condiciones que ofrece el Cañón ofrece gracias a sus microclimas. En menos
de cinco minutos sentimos la necesidad de quitarnos las chamarras. Las paredes del Cañón nos resguardaban del
frió de la cima y el movimiento del cuerpo también nos había ayudado a eliminar
cualquier frió. James y yo platicábamos
bastante durante esos primeros kilómetros.
En poco menos de dos horas ya nos encontrábamos en la parte más baja del
Cañón. Mientras atravesábamos el puente,
sentíamos y escuchábamos la grandeza del Colorado. Es tan grande, que en algunas secciones
incluye rápidos dignos de ser representados en calendarios y postales. Debido a la oscuridad total de ese momento,
no veíamos el río, pero aun así sentíamos su presencia.
Después del cruzar el río empezamos a ascender
gradualmente hacia la orilla norte que se encuentra a 22.5 kilómetros del
río. A pesar de haber visitado el Gran
Cañón en muchas ocasiones anteriores, nunca antes había yo recorrido esa parte
norte del río. Era extraño estar en una
parte nueva sin poder ver mucho debido a la oscuridad de la noche. Sin embargo yo no me encontraba allí para tomar
fotos y conocer secciones nuevas del Cañón.
Me encontraba bastante enfocado en cuidar de mi cuerpo con hidratación,
comida, y un ritmo llevadero, pues quería hacer todo lo posible para evitar
desplomarme durante el trayecto de ese día.
Sería un día de muchas horas de esfuerzo y en ese punto no alcanzábamos
aun la parte media del cruce doble.
Hasta ese momento, habíamos visto solo a una persona en la vereda. Una mujer sola transitaba en sentido
contrario al nuestro. Que valentía. A las cinco de la madrugada cuando empezaba a
aclarecer el cielo todavía nos encontrábamos ascendiendo hacia la parte
norte. La luz reveló un nevado completo
en la parte norte. La vista era muy
agradable después de haber recorrido varias horas en la oscuridad. Poco a poco la vereda se inclino más conforme
nos acercábamos a la cima norte. Ese fin
de semana era el primero de la temporada que el nivel de nieve había permitido
que se abriese la carretera al publico de esa orilla. De esa forma, en un abrir y cerrar de ojos
nos encontramos con un trafico constante de personas que descendían caminando
de norte a sur. En las secciones
estrechas de la vereda se convertía un embotellamiento que nos causaba disminuir el ritmo.
Al llegar a la parte norte nos dio la bienvenida
inmediata el frío de la nieve. Las
chamarras ligeras que cargábamos y que una vez más usábamos no eran suficiente
para soportar las bajas temperaturas.
Llenamos las botellas de agua y pronto descendimos con rumbo de regreso
al sur. A pesar del cansancio, estábamos
decididos a dejar el frío atrás.
James aceleró el paso en el descenso. Después de unos minutos de dije que yo iba a
bajar el ritmo, pues algo pasaba con mi pisada en los trozos de madera que
estaban en la vereda como escalones. Mis
pantorrillas claramente estaban trabajando de más y sentía como si estuviera
empujando pesas con ellas y cada vez se desgastaban más. Nos faltaba todavía mucho para llegar al río
donde por segunda vez iniciaríamos otro ascenso y lo último que deseaba era
llegar allí con las pantorrillas a tope o lesionadas. James insistió en que me pusiera sus mallas
de compresión, pues estaba seguro de que el soporte ayudaría al desgaste que me
aquejaba en ese momento. Esa acción fue
certera, sentí alivio inmediato pero a la vez era evidente que había quedado un
desgaste muscular en ambas piernas. Poco
antes de llegar a Phantom Ranch, un campamento que se encuentra antes del río,
James empezó a pedir descansos y caminar.
Al parecer estaba sintiendo ya el cansancio acumulativo. A esa hora había bastante actividad en
Phantom Ranch. Personas que habían
descendido de ambas orillas del Cañón cruzaban esa sección. En el pequeño restaurante de Phantom Ranch
que ofrece una variedad limitada de víveres compré vasos de limonada y juntos
bebimos mientras James se recuperaba. Al
cruzar el puente vimos unos balseros estacionados al lado del río. Era una vista pintoresca. Poco después de empezar el ascenso después
del río, James se beneficiaba ya de un segundo aire y presionó el ritmo. Al ver que ahora yo me empezaba a sentir sin
energía, james amablemente disminuyo su paso.
El ascenso a la parte norte fue sin duda lo más duro del trayecto, pues se había acumulado el cansancio de haber recorrido ya aproximadamente 70 kilómetros, la desvelada, y el calor. Alternábamos en episodios de cansancio, una vez más James pediría descanso para hacerlo yo unos kilómetros después. Nuestro ritmo había sido reducido a caminar, pues la cuesta arriba a esas instancias impedía correr.
Se siente una gran impotencia ver la cima y sentir que uno avanza muy lentamente. Me empezaba a inundar la sensación de que el trayecto nunca acabaría. Ya hacia un par de horas que había dejado de ser una actividad placentera y en mi mente se había convertido en una marcha de sobre vivencia. De forma inmediata mi animo se elevo al ver que a aproximadamente un kilómetro se encontraba un arco de roca sobre la vereda. Recordaba yo bien esa sección. ¡Estábamos por fin a punto de llegar a la cima! ¡Sabia yo bien que ese arco estaba cerca de la orilla norte! Usando la poca reserva de energía apreté el paso para correr y terminar ya eso que parecía una muerte lenta y James me siguió el ritmo. Respirando agitadamente nos aproximamos al arco de roca solo para ver que no era la cima. ¡Que desilusión! Me había confundido, pues había dos arcos! El arco cerca de la cima estaba todavía a dos o tres kilómetros más. Arrojé palabras coloridas. Estaba molesto. No conmigo pero con el Cañón mismo! Por primera vez me senté. Ya no quería más. Si acaso hubiese otra manera de regresar a la orilla, seguro que allí hubiera abandonado todo pero la única manera de terminar ese martirio era continuando cuesta arriba. Después de un breve minuto me reconstruí mis ánimos y continuamos. Llegamos arriba y con un abrazo sudoroso, polviento, y fraternal nos felicitamos uno al otro. Increíblemente el clima nunca fue factor adverso de forma significativa. 13 horas y 56 minutos después habíamos regresado al punto donde una noche antes habíamos iniciado el recorrido.
La seccion del Gran Cañon denominada Tornillo del Diablo (Devil's Screw) ascendiendo por vereda "Bright Angel" hacia la cima. El ascenso/descenso al río es tan grande que aqui se aprecia solo una seccion del recorrido hacia la cima. |
James T. recorre la vereda despues del puente de regreso hacía la parte norte del Cañón. El Río Colorado se aprecia a mano derecha. |
Balseros descansando en el Río Colorado |
El ascenso a la parte norte fue sin duda lo más duro del trayecto, pues se había acumulado el cansancio de haber recorrido ya aproximadamente 70 kilómetros, la desvelada, y el calor. Alternábamos en episodios de cansancio, una vez más James pediría descanso para hacerlo yo unos kilómetros después. Nuestro ritmo había sido reducido a caminar, pues la cuesta arriba a esas instancias impedía correr.
Uno de los dos tuneles de roca en la vereda "Bright Angel" del Gran Cañón. |
Se siente una gran impotencia ver la cima y sentir que uno avanza muy lentamente. Me empezaba a inundar la sensación de que el trayecto nunca acabaría. Ya hacia un par de horas que había dejado de ser una actividad placentera y en mi mente se había convertido en una marcha de sobre vivencia. De forma inmediata mi animo se elevo al ver que a aproximadamente un kilómetro se encontraba un arco de roca sobre la vereda. Recordaba yo bien esa sección. ¡Estábamos por fin a punto de llegar a la cima! ¡Sabia yo bien que ese arco estaba cerca de la orilla norte! Usando la poca reserva de energía apreté el paso para correr y terminar ya eso que parecía una muerte lenta y James me siguió el ritmo. Respirando agitadamente nos aproximamos al arco de roca solo para ver que no era la cima. ¡Que desilusión! Me había confundido, pues había dos arcos! El arco cerca de la cima estaba todavía a dos o tres kilómetros más. Arrojé palabras coloridas. Estaba molesto. No conmigo pero con el Cañón mismo! Por primera vez me senté. Ya no quería más. Si acaso hubiese otra manera de regresar a la orilla, seguro que allí hubiera abandonado todo pero la única manera de terminar ese martirio era continuando cuesta arriba. Después de un breve minuto me reconstruí mis ánimos y continuamos. Llegamos arriba y con un abrazo sudoroso, polviento, y fraternal nos felicitamos uno al otro. Increíblemente el clima nunca fue factor adverso de forma significativa. 13 horas y 56 minutos después habíamos regresado al punto donde una noche antes habíamos iniciado el recorrido.
Ambas pantorrillas renegaban de inmediato. Por una semana completa caminaba con mucho
dolor.
Mayo 2015 después del doble cruce del Gran Cañon. James G. a mi derecha, "el salvaje" a mi izquierda. (el de abajo deteniendo el microfono es un "colado". Mientras cantaba con microfono libre decidio unirse a la foto) |
Reconocimiento de Ruta de Western States, mayo 23-24, 2015
Western States cada año organiza recorridos en grupo
por la ruta de la competencia. En
febrero se reconocieron las primeras 30 millas y lamentablemente no fui, pues
no parecía que valía la pena hacer un viaje largo para ir a recorrer solo una sección. Por fortuna, había decidido ir al
segundo fin de semana de reconocimiento a finales de mayo. Durante 3 días, en un fin de semana se recorren
las ultimas 72 millas (115 Km.) de la ruta de 100.
Viajé a
California menos de una semana después de haber hecho el doble cruce del Gran
Cañón de Arizona y todavía con las pantorrillas adoloridas y la sensación de
que con cualquier esfuerzo adicional se podía convertir en lesión. Me sentía verdaderamente preocupado y a la
vez arrepentido de lo que parecía haber sido una decisión negligente. Había recorrido 50 millas con gran desnivel
en el Cañón y una semana después me disponía a correr 72 en tres días. Que estupidez. De cualquier forma llegué un jueves con
emoción a Foresthill, un pueblo pequeño en zona boscosa que se encuentra justo
sobre la ruta de la carrera. Allí en
Foresthill el sábado a primera hora nos reuniríamos unos 300 corredores que nos
habíamos inscrito al recorrido en grupo que Western organiza con límite de
cupo.
Diana Cazadora de tamaño gigante en el pueblo de Auburn, California. |
Inmediatamente en las afueras de Auburn, California, se requiere cruzar el puente Foresthill, el más alto del estado de California. Asi sin espera, la Sierra Nevada da la bienvenida al visitante dando aviso de su terreno con altibajos. Pues se requiere de construir "el puente más alto" para atravezar el primer cañon en auto. |
El puente Foresthill es tan alto que no fue posible tomar foto de lo más alto y lo más bajo en una sola imagen. Aqui no se logra percibir el río donde los pilares del puente tocan el fondo del cañón. |
Una parte de este poste dice "si hay esperanza" y otro señalamiento indica como marcar para comunicarse con una linea de intervencion en casos de crisis. Pues evidentemente a más de una persona se le ha ocurrido suicidarse brincando del puente. |
De inmediato se aprecia la belleza del Bosque Lake Tahoe con cañones cubiertos por pinos que se observan desde la autopista hacia Foresthill. Después de cruzar por Sacramento, la capital del estado de California, se encuentra Auburn, lugar de la meta de Western States. Como puerta de entrada a la Sierra Nevada, justo afuera de la ciudad de Auburn se encuentra un puente grandioso que permite a los autos internarse a lo remoto de la sierra. El puente tiene un anuncio que declara es el puente más alto del estado de California. El puente gigante y las vistas hacia los cañones de la sierra ya empezaban a envolverme en un ambiente de energía mágica y única de forma inmediata. Me propuse encontrar un lugar cerca de Foresthill para acampar. Antes de partir de casa tenia la certeza de que abundarían campamentos al aire libre, pues la imagen satelital mostraba que Foresthill se encontraba dentro de un área boscosa basta por cientos de kilómetros a la redonda.
De un cañon a otro. Aqui se aprecia que en la parte lejana hay otra carretera del otro lado de un cañón. |
El bosque Tahoe cerca del pueblo de Foresthill esta rodeado por vistas panoramicas |
Una de las muchas carreteras que son cubiertas casi completamente por sombra. La vegetacion abunda entre los arboles. |
Vista panoramica de la Sierra Nevada |
¡En el bosque Tahoe también abundan piñas gigantescas! |
Cartucho vacío de escopeta. Uno de los muchos que se pueden encontrar en la zona. |
Daño por arma de fuego |
Cientos de cartuchos de escopeta en la parte alta del area de "los cañones". |
Al frente de una residencia de Foresthill un anuncio ofrece servicios para corte de carne. El deporte de la caza se percibe por todos lados. |
Casa abandonada cerca de Michigan Bluff, California. |
Me orillé de la carretera a un lugar que parecía iba a
ser aceptable para estacionarme y acampar.
Empezó a caer un llovizno ligero pero constante. Estaba cansado y eso prevenía preocuparme de
que me pudiera pasar allí en lo oscuro, despoblado y remoto. Aunque cargaba una tienda de campaña, decidí
dormir en al auto, así ni la lluvia ni cualquier oso me molestaría. La música en español me confortaba, pero no
podía correr el riesgo de que la carga de batería del auto se acabara. Apague el radio y me acosté. No había luz de la luna. Lo único que alumbraba eran las
estrellas. El ambiente era sereno y a la
vez macabro para mí, un hombre de urbe.
Hacia menos de una semana que me había encontrado con una situación
parecida mientras con frío en una noche oscura dentro de mi auto esperaba la
media noche para descender al Gran Cañón.
La similitud era demasiado parecida, sin embargo no era menos
desagradable. De manera sorpresiva me
dormí pronto, y solo desperté una vez con ganas de orinar. Escogí orinar en una taza de cartón vacía y
no así la valentía de salir en lo oscuro y ser atacado por un oso. Seguro que no había peligro, pero yo que soy
de ciudad soy aquejado por la
imaginación e ignorancia de alguien que desconoce la naturaleza.
El lugar elegido para dormir la primera noche |
Absolutamente ninguna señal de civilización por muchos kilometros a la redonda |
Mientras conducía por la única carretera que cruza Foresthill me robo la atención un letrero que nombraba a la histórica vereda “Western States” por donde recorre la carrera del mismo nombre. No pude evitar el entusiasmo. 5 meses después de haber sido sorteado para participar en Western States había yo pasado un sin numero de horas viendo imágenes de la vereda en Internet y en mi imaginación y por fin estaba allí en persona. Sin pensarlo, salí de la carretera principal y seguí los señalamientos para llegar a la vereda de Western. Pronto llegué al pueblo de Michigan Bluff. El nombre del pueblo me es bastante familiar, pues allí erigen uno de los puestos de abastecimientos, es aproximadamente el punto medio del recorrido de 100 millas. Todavía con dolor en las pantorrillas, a un día antes del primer día de reconocimiento decidí bajar del auto con una botella de agua y rápidamente entrar a la vereda para por fin estar en la ruta de Western. Me dirigía de oeste a este en la vereda, en dirección opuesta a la carrera. La vereda descendía cada vez más sin variar la cuesta. Era solo bajada. Que pavor sentí en ese momento, pues deduje que toda la ruta sería cuesta arriba. ¿Cómo podía ser que al haber escogido una sección al azar estaba yo descendiendo? Lo grave era que en el día de la carrera sería ir solo en ascenso, pues sería dirección opuesta a la que en ese momento caminaba. En caso de que hiciera el día de la competencia al lado, de igual forma me preocupaba que ambas pantorrillas me dolían en descenso y al día siguiente iba a ascender la misma sección para un total de 32 millas (50 km) durante el primer día de reconocimiento en grupo. Después de media hora decidí regresar al auto (cuesta arriba). Inmediatamente deseaba repasar el perfil de la ruta. Quería ver la altimetrita de la sección que acababa de recorrer, el primer segmento que jamás yo antes había visto. El problema era que de inmediato no podía ver el perfil, pues no tenia acceso a Internet mientras estaba allí en la sierra. Más tarde conduje a Auburn donde ya con conexión de Internet pude ver el perfil de la ruta. Para mi alivio, vi que la sección que había recorrido era una de las dos más inclinadas en la ruta. Respiré mejor al saber que no toda la ruta tenia ese tipo de dificultad.
Vereda "Western States" descendiendo a uno de los dos cañónes cerca del pueblo Michigan Bluff. |
A la mañana siguiente llegué a Foresthill para iniciar
el primer día de reconocimiento de ruta en grupo. Llegue a las seis de la mañana, una hora
antes de lo requerido. Paulatinamente
crecía el grupo de personas. Se esperaban
300 corredores que se habían inscrito al entrenamiento.
En varios autobuses escolares nos transportaron al
lugar de la milla 30 de la carrera para recorrer 32 y llegar a Michigan
Bluff. Durante el recorrido se sentaba a
mi lado un corredor de Texas. No
recuerdo su nombre. Explico que cada año
repetía el mismo itinerario: se dirigía a California para participar en las
corridas de grupo de Western para después ir a Las Vegas a un torneo de
billar. No se requiere ser uno de los
participantes de la carrera para inscribirse y ser parte dl recorrido
organizado en mayo de cada año. Ese
hombre tejano, al igual que muchos de los 300 corredores de esos días asistían
solo para en cierta forma ser parte de Western States y el entusiasmo se
percibe por todos lados. La fiebre de Western se percibe en los habitantes de
Auburn, Foresthill, y todas las áreas que rodean la ruta de la carrera.
Los corredores esperan abordar los autobuses durante el primer dia de reconocimiento de ruta en grupo. |
Primer día de reconocimiento de ruta Western States en grupo. Mayo 2015. |
De milla 32 a 64 en la vereda Western States. Mayo 2015. Reconocimiento de ruta en grupo. |
En la seccion de los cañones. Reconocimiento de ruta en grupo. Mayo 2015. |
Ese sábado del primer día de recorrido me desperté con mucho menos dolor en las pantorrillas. Sin embargo la preocupación continuaba. Lógicamente no estaba totalmente recuperado del recorrido largo del fin de semana anterior. Cautelosamente corrí absorbiendo las vistas increíbles del bosque. La mañana estaba cubierta por neblina y el horizonte cambiante regalaba un sentimiento de libertad y contacto intimo con la naturaleza. Me forzaba a agradecer la fortuna de poder vivir una aventura más de esa calidad. Durante el recorrido me recordaba constantemente que no era una competencia, tenia que enfocarme en simplemente recorrer esa sección y estar físicamente bien para los otros dos días de recorrer distancias largas. Ese día recorrimos las dos partes de mayor dificultad de toda la ruta de 100 millas. A esos dos tramos colectivamente se le llaman “los cañones”. A la primer sección difícil le llaman “Devil’s Thumb” (el dedo del diablo) porque en el perfil altimétrico aparece un ascenso grande seguido por un descenso igualmente pronunciado formando así la figura de un dedo. Durante la competencia, esa sección que requiere más esfuerzo por su cuesta se vuelve aun más difícil por el calor de junio que cada año se atrapa en el cañón adyacente. Después de unas horas llegamos al pueblo de Michigan Bluff que ya era para mi una vista familiar, pues había estado allí un día antes. Esa sensación que se presenta al ver un lugar familiar es precisamente el beneficio principal de reconocer una ruta antes de una competencia. Es un gran alivio llegar a una carrera y ver que lo alrededor es familiar. Por lo contrario, es muy desgastante no haber recorrido la ruta de una carrera y solo adivinar que se aproxima.
En Foresthill, donde cada persona regresaría a su auto
valido por sus propios pies, los organizadores cocinaban sándwiches al aire
libre para alimentar a los corredores cansados.
Durante el día había nubes que se oscurecían. Una hora después de haber regresado a mi
carro -32 millas del punto donde los autobuses nos habían dejado-, conducía de
regreso al área que había encontrado para acampar cuando llegando a Foresthill
vi algo que no me espere. ¡Gordy iba
llegando a Foresthill del mismo entrenamiento!
Por impulso baje la ventanilla derecha, y grité “Go, Gordy!”. No tenia idea yo que él había ido a esa
corrida en grupo. Amablemente Gordy
levantó su mano derecha con la que detenía una botella con agua como señal de
que me escuchó.
Que interesante haber visto la figura tan singular de Gordy, un señor mayor y barbón que acostumbra correr sin camisa. Segundos después de ver a Gordy llegando a Foresthill empezó a llover y luego a granizar. Una pareja de corredores me pidió el alto. No era necesario que me dijeran que requerían, pues había visto yo como un trueno fuerte les causo que reaccionaran agachándose inmediatamente. Necesitaban transporte a la meta de ese día. Los llevé las pocas cuadras al punto final en Foresthill. Durante el breve recorrido, la dama que se presento como Dana y que era acompañada por Jeff me agradeció en repetidas ocasiones antes de mencionar que su mamá correría en Western y que ellos dos la acompañarían como “pacers”. Que alivio saber que yo había terminado de esa lluvia que empezaba.
Gordy llegando al punto final del entrenamiento del primer dia. 32 millas. Foresthill, California. Mayo 2015. |
Que interesante haber visto la figura tan singular de Gordy, un señor mayor y barbón que acostumbra correr sin camisa. Segundos después de ver a Gordy llegando a Foresthill empezó a llover y luego a granizar. Una pareja de corredores me pidió el alto. No era necesario que me dijeran que requerían, pues había visto yo como un trueno fuerte les causo que reaccionaran agachándose inmediatamente. Necesitaban transporte a la meta de ese día. Los llevé las pocas cuadras al punto final en Foresthill. Durante el breve recorrido, la dama que se presento como Dana y que era acompañada por Jeff me agradeció en repetidas ocasiones antes de mencionar que su mamá correría en Western y que ellos dos la acompañarían como “pacers”. Que alivio saber que yo había terminado de esa lluvia que empezaba.
Una de las muchas vistas desde le vereda de Western States |
Al siguiente día, otra vez cientos de corredores nos
presentamos en Foresthill por la mañana.
Ese día era para un recorrido de 18 millas alejándonos de Foresthill y
en el punto final nos esperarían los autobuses para regresarnos a
Foresthill. Craig Thornley, el director
actual de la carrera competencia, hacia un juego de preguntas con un micrófono. Toda pregunta era sobre datos relacionados
con la carrera. “¿En que año se
construyó el puente ‘no hands’?”, ”¿Cuál es el tiempo más veloz que jamás
alguien haya recorrido de Cal Street a Green Gate?”. Que increíble que había más de una persona
que contestaba acertadamente a detalles aparentemente tan difíciles de recordar. Sin duda ese hecho confirmaba que la fiebre
de Western forma parte de las vidas de muchos aficionados de tal forma que
devoran toda información relevante. Al
finalizar el juego de preguntas, Craig nos sorprendió a los presentes al
anunciar que en el primer puesto de abastecimiento de la sección de ese dia nos
encontraríamos a dos de los grandes de Western: Ann Trason y Tim Twietmeyer
quienes de forma increíble se encontraban allí como voluntarios.
Ann Trason es considerada por muchos la más grande de
las mujeres de todos los tiempos en el ámbito de los ultra maratones de campo
traviesa. Ann rompió 20 marcas mundiales durante su carrera. En sus primeras dos participaciones en
Western States, Ann no logro llegar a la meta.
Su primer intento fue frustrado por una lesión y su segundo por
deshidratación. Después de esos dos
intentos, Ann regreso a Western por muchos años y con gran éxito. Ella Logró el primer lugar femenil en 14
ocasiones y a su paso impuso un tiempo record!
Tim Twietmeyer es otro gran corredor de ultra
distancias igualmente exitoso en ciclismo, golf, y natación. Tim logró en 5 ocasiones el primer lugar en
Western States. Aun más, en 25 ocasiones
termino la competencia en menos de 24 horas -¡un logro que no ha podido ser
igualado hasta la fecha!
Durante esa mañana del segundo día de correr en grupo
se veían los estragos de la batalla campal del día anterior. Algunas personas caminaban con obvio dolor y
otros con vendajes. Cualquier dolor
mínimo o cansancio que yo sentía se convirtió pasó a segundo termino cuando
supe que me dirigía a conocer a dos de los grandes. La sección del segundo día ofrecía un
panorama poco diferente a tipo de terreno que recorrimos el primer día, no así
menos panorámico. En cuanto menos pensé,
después de ascender una breve cuesta de la vereda, se asomó el primer puesto de
abastecimiento. De forma impulsiva,
pregunté a Tim “Eres Twietmeyer?”.
Tonto. “Lo había llamado por su
apellido sin pensarlo! De seguro que mi
acción se vio mal. A pesar de quizá
sorprenderlo con mi pregunta, él amablemente accedió a tomarse una foto
conmigo. Me imagino que ha tenido otros
encuentros peores con personas igualmente halagadas con su presencia y que han
actuado de forma extraña. A unos metros
estaba Ann atendiendo a los corredores que pasaban. No vi que alguien pidiera foto a Tim o Ann
antes que yo lo hiciera. Quizá no
querían molestar o quizá no se habían tomado el tiempo de haberlos visto en
Internet como yo lo había hecho y por esa razón quizá no reconocían a cada
cual. Me importaba poco lo que los demás
corredores hacían. Mejore mi imagen
tratando de corregir la torpeza que había pasado con Tim y de la forma más
amable posible me dirigí a Ann quien se conoce por ser una persona
extremadamente sencilla, amable y quien huye a la prensa y al tema de sus
grandes logros, “Perdón si molesto, pero no puedo pasar la oportunidad de pedir
una foto conmigo”. De forma tímida pero
positiva, Ann accedió e incluso puso su mano en mi espalda posando para la
foto. Hice mi mejor esfuerzo para no
hablar de más pero no pude evitar decirle “sabe, es posible que un amigo
Tarahumara me acompañe en Western”.
Entre la comunidad de corredores ultra es bastante conocida la rivalidad
que supuestamente Ann tuvo con corredores Tarahumaras a los que supuestamente
ella los veía como machistas; hombres que le daban poco valor a la mujer. ¿Había yo metido la pata al tratar de
recordarle de sus grandes competencias?
“Que bien”, respondió, “envíame la foto, este es mi dirección de correo
electrónico”. Sin molestarla más,
continué corriendo y a los pocos pasos pensé “¿qué foto pidió? ¿De mi amigo
Tarahumara ó la que se acaba de tomar conmigo?
Claro que no iba a regresarme para seguramente decir otra tontería. Mejor continué. Pensé que después le enviaría una de cada una
cuando llegara a casa.
Con la corredora legendaria Ann Trason, dueña de multiples marcas mundiales. |
Con Tim Twietmeyer quien en 25 ocasiones completó carrera Western States en menos de 24 horas (un record) y en 5 de esas llegó en primer lugar. |
Por supuesto que la gran emoción de haber conocido a
Ann Trason y Tim Twietmeyer y de haberme tomado fotos con ellos unos segundos
antes me propulso a correr más rápido durante un par de kilómetros. Una vez más pensé en lo que ya se ha
convertido en cliché: “solo en este
deporte sucede esto”.
El resto del segundo día de entrenamiento en la vereda
de Western transcurrió sin alguna otra novedad con excepción de la llegada al
final, pues en la parada de los autobuses los organizadores otra vez cocinaban
para los corredores que llegaban poco a poco.
Ese día tocó hamburguesas. Ya se
estaba convirtiendo en algo especial llegar al destino diario para comer lo que
sabia a gloria después de recorrer lo pesado de la sierra.
Los Monstruos del Masage ("Monsters of Massage") ofrecen sus servicios a corredores. |
Ese mismo día en
un cine antiguo de Auburn presentaban una serie de documentales relacionados
con las carreras ultra de montaña. Antes
de partir de mi casa a ese viaje ya había comprado mi boleto. Había dudado en hacerlo, pues no sabia si
estaría muy cansado para una función de cine o si ir al cine a las 8 de la
noche causaría que no me durmiese lo suficientemente temprano para descansar y
estar listo el tercer y ultimo día. Ese
día –un domingo- reserve un cuarto de hotel, pues quería un baño caliente y ya
no una ducha a medias en un rió. Después
de bañarme y mientras veía el partido de semifinal de mi equipo preferido de
fútbol, las Chivas de Guadalajara, sentía que sería mejor quedarme en la habitación
y descansar. A menos de una hora del
comienzo de la función decidí abandonar el partido e ir al cine. Fue buena idea. La función incluyo aproximadamente 10
documentales cortos con contenido bastante motivador al ver el sin numero de
personajes que en la pantalla compartían su historia sobre las ultra
distancias. Durante la intermisión, salí
de la sala de cine para tomar aire. Allí
afuera estaba un auto con una placa que decía, “RUN4AMA”. “Sería que significaba “Corro por
mamá?”. Me pareció interesante y claro
que me recordó a mi mamá a quien yo le decía “ama” por pereza o broma. No soy supersticioso ni mucho menos, pero el
detalle de la placa me pareció simbólico.
Al regresar a la sala de cine, por micrófono anunciaban una
tragedia. Dave Mackey, un corredor
profesional de montaña había sufrido un terrible accidente durante un recorrido
en una montaña de Colorado. Él había
caído de una cima y sobre una de sus piernas quedó una roca de más de 100 kilos
de peso. El anunciante pedía que
grabáramos un mensaje en video para enviar a Dave como señal de apoyo. Dave sobrevivió la caída y permanecería
hospitalizado por varios días después de haber sido asistido por un equipo
especial de rescate. Sus fracturas múltiples requirieron de varias cirugías. La desgracia de Dave era un sobrio recordatorio
del riesgo que acompaña al deporte de correr por montañas. Sentí de cerca la desgracia. Dave no era para mi solo un nombre. Recuerdo haber estado en una carrera
acompañando a mi amigo Rosendo unos meses antes. En esa carrera, Dave, de 47 años, logro un
segundo lugar. El segundo puesto de esa
carrera le había servido a Dave como boleto para Western. Resaltaba el hecho que el primer lugar –un
joven de 19 años- era 18 años más joven que Dave! Obviamente Dave no podrá participar en
Western States este año pero afortunadamente había sobrevivido.
Al final de la
función, dos mujeres mayores que se sentaban a mi lado me preguntaron que si yo
estaba allí para los recorridos de Western ese fin de semana. ¿Cómo lo supieron? Quizá los foráneos resaltamos
de forma clara. No lo se, pero me
dijeron que vivían en Auburn y que el día de la carrera quizá asistirían a la
meta y que me alentarían al verme correr.
Que buen detalle. Ellas dos se
agregaban a otros cuantas personas que yo había conocido ese fin de semana y
que habían dicho que serían voluntarios en algunos de los 20 puestos de
abastecimiento que habrán el día de la carrera y quienes recitaban la misma
frase “cuando te vea en la carrera, aplaudiré por ti”. Después de la función busque al auto con la
placa que decía, “RUN4AMA”. Quería tomar
foto de la placa, pero el auto ya se había ido.
Ni modo.
State Theatre, sala de cine en Auburn, California. |
Sala de cine en Auburn, California. |
Para el tercer y ultimo día, el punto de encuentro
inicial fue donde el día de la competencia estará la meta, la pista de correr
en la escuela Placer High School de Auburn.
De allí, unos autobuses nos transportaron a la milla 82 para así correr
las últimas 18 millas de la ruta de Western.
En el autobús, el compañero de asiento se notaba
bastante efusivo. Completamente lleno de
energía me daba datos sobre la carrera mientras veía hacia fuera por la
ventana. “Mira, este es el cruce de la
autopista 94 donde cruzan los corredores el día de la carrera”. Continuaba sin cesar mencionando lo que había
pasado en las competencias pasadas, inclusive haciendo referencia al año
exacto. Por más de 15 minutos el tipo
habló sin cesar. Yo solo movía mi cabeza
en señal afirmativa a todo lo que él compartía.
Todo lo que hablaba era sobre Western States y muchos datos más sobre el
área que atravesábamos en autobús. El
nunca había competido en Western y este año tampoco lo haría, era claro que él
era uno de los muchos corredores que esos días compartían la vereda con otros
para sentirse parte de Western. Durante
su larga platica apunto a la mujer que estaba sentada al frente de mí y dijo,
“su mamá va a competir este año”.
Entonces si le pedí la palabra, “Ella se llama Dana?”. “Sí”.
“¿Y tu eres Jeff?”. “Sí”. “yo te lleve en mi auto a Foresthill el
primer día cuando granizaba”. Que
coincidencia. De los muchos asientos
disponibles en los varios autobuses, me había yo sentado a la par de Jeff, ¡el
hombre a quien junto con la mujer que lo acompañaba les había ofrecido yo un
aventón a Foresthill! Que
coincidencia. Por largo tiempo
conversábamos sin reconocernos. En el
área de Auburn, la gente no llama a la competencia por su nombre, Western
States. Pues no se requiere. Se refieren al evento simplemente como “la
carrera”. Jeff preguntó, “tu vas a
participar en la carrera este año?”.
“Si”. Su alto nivel de energía
incrementó aun más y me bombardeó con preguntas, “¿Cuál es tu numero de
participante?”, “¿Tu apellido?”, “¿Me puedes dar tu correo electrónico?”. Al igual que otros habitantes de la zona,
Jeff mostraba la gran sensación que causa Western aun en aquellos quienes no
gustan del deporte de correr.
En un puesto del tercer día vi a Ann otra vez
ofreciendo su ayuda a corredores al reabasteciendo de agua y de más. Me saludo como si me hubiera reconocido. Eso quise pensar o quizá si me recordó del
día anterior. Un kilómetro y medio antes
de llegar a la pista de la escuela Placer donde se encontrará la meta, la
vereda se termina y la ruta entra una zona residencial. Los corredores abandonan la ruta de tierra
para pisar en asfalto y correr enfrente de casas por unas pocas cuadras. Allí donde se acaba la vereda el municipio de
Auburn plantó un anuncio permanente, ``Bienvenidos corredores de Western
States, Milla 99, Felicidades``.
Espectacular. Ese detalle fue uno
de muchos que muestra que todo se detiene cada junio en Auburn y todos ponen su
atención al gran evento que simplemente le llaman ``La Carrera``. Unos pasos después, al frente de un jardín de
una casa y justo pegado a la cera esta un bebedero. ¡Los habitantes de esa casa construyeron un
bebedero publico para ofrecer agua como cortesía¡ Otro gran detalle. Poco después, mientras corría al lado de
Scott, un corredor de Hawaii que participará en la siguiente edición de
Western, un venado nos persiguió por unos metros. Después de entrar a la zona de pavimento, en
un abrir y cerrar de ojos apareció la escuela Placer. Ese día nos esperaban huevos, tocino, y
papas que los voluntarios habían preparado.
El la milla 99, la ciudad de Auburn erigió un anuncio de forma permanente para dar bienvenida a los corredores que anualmente estan a punto de llegar a la meta. |
Sentado en una sombra compartida por unos corredores
canadienses, vi hacia los voluntarios que ayudaban con la comida. Resalto una hebilla brillante que portaba una
señora mayor. Claramente era la hebilla
que reciben los que terminan Western States en menos de 24 horas. La señora que la portaba seguramente había
hecho esa gran hazaña en una década pasada.
Pensando en bromear con ella, me acerque y pregunte, “¿Dónde puedo
comprar una hebilla de esas?”. Yo sabia
que la hebilla no se compra, se tiene que merecer. La señora sonrió y respondió, “Me la dio mi
hijo. Yo soy la mamá de Craig, el director
de La Carrera”. Se presento con el
nombre de Carol. “Usted tan joven es la
mamá de Craig?”. Con obvias ganas de
conversar como si nos hubiéramos conocido antes, agregó, “Tengo 72 años. Mi vecina, una viejita de 85 años me dijo que
para mantenerse joven uno tiene que
levantarse cada mañana con un propósito”. “Yo tengo una hija mayor que Craig. Ella tiene más de 50 años”. Bastante agradable, Carol me permitió tomar
una foto a su hebilla.
Sentí algo de nostalgia. No espere que me sintiera así en ese
momento, pero entendía porque pasaba. El
fin de semana mágico estaba terminado.
Me despedí del par de corredores que había conocido y que están en la
lista de La Carrera de este año. Conocí
a varios corredores de otros estados en Estados Unidos y de otros países. Recuerdo a Scott de Hawaii, Harry de Nueva
Jersey, y Roger de Nueva Zelanda aparte de los corredores de quienes olvidé el
nombre, el tejano, el canadiense, y el irlandés que radica en Chicago. “Adiós, nos vemos junio 27. Suerte”.
Al regresar a mi auto, como hablándome estaba el Audi
que portaba la placa “RUN4AMA”. Claro
que esa vez si le tome foto.
Pista de escuela Placer High en Auburn, California. Lugar en donde se construye la meta de Western States el tercer fin de semana de junio de cada año. |
Durante mi largo recorrido de regreso a casa platiqué
con Noe. Hablamos por mucho tiempo hasta
que se cortó la comunicación cuando entré a un área montañosa de la
autopista. Reitero que estoy muy
agradecido con el por el apoyo que ha ofrecido durante la carrera. Al conocer personas tan buenas confirmo que
tan poco cuenta lo material.
Al igual que agradezco a Noe, agradezco a Marty, el
corredor que durante la mañana después de Javelina insistió que me apuntara
para el sorteo de Western. Durante los
últimos meses él ha estado al tanto. A
menudo pregunta como va mi entrenamiento.
Él no pudo asistir a las sesiones de reconocimiento de ruta pero con la
gran clase que ha mostrado, ese fin de semana me dijo como encontrar a muchos
de sus amigos que si asistieron.
Semanas después de haber regresado a casa del
reconocimiento del recorrido de Western recordé el pedido de Ann Trason de que
yo le enviase un correo. Le envié una
copia de la foto en la que aparezco con ella y otras dos que me tomé con
Arnulfo. En mi correo le agradecía por
habernos inspirado a muchos corredores con su trayecto extenso y exitoso. Ella respondió rápidamente, creo que en solo
un par de minutos. “Que bellas
fotos. Gracias por compartirlas. En un par de semanas alguien aquí en
California tendrá un evento para recaudar fondos para los Tarahumaras. Deberías
de venir”. Poco a poco se desarrollo un
intercambio de varios correos más esa mañana.
No nos habíamos convertido en grandes amigos ni mucho menos, pero el
hecho de haber intercambiado correos con Ann -una gran leyenda- había alegrado
mi día. Una vez más sucedió: “solo en
este deporte”.
Muchos amigos han estado al pendiente de mi camino
hacia Western. Sé que captan la grandeza
de la experiencia a la que me ha tocado asistir y espero que sepan que cada
logro y sueño de ellos lo pediré prestado como propio. Pues quiero saborear sus alegrías que ellos
seguramente tendrán en su trayecto como deportistas amateurs como lo soy yo
tanto como en otros aspectos de la vida que nada tenga que ver con correr. Incluidos están Rubén y Rosendo de
Guanajuato, Abraham de Coahuila, Gerardo, Tania y Víctor de Sinaloa, Arnulfo de Chihuahua,
Mirna, Julio, Guillermo, Germán, Arturo, e Ignacio del D.F., Poncho de
Guerrero, y Noe de Zacatecas.
Estoy por siempre agradecido con Charlotte
por el apoyo incondicional y permanente en cuanto a las tonterías que se me han
ocurrido hacer. Con su cualidad única de
comprender que de yo no haber intentado los retos que me he propuesto, no habría quedado satisfecho. Igualmente estoy
eternamente agradecido con mis familiares: Flor, Normita, Mague y el tío Juan
que me han acompañado de cerca y de lejos en cada aventura.
No he ganado un centavo a causa de correr ultra
distancias en montaña. Tampoco es lo que
busco. En los momentos más duros yo
mismo me pregunto “¿para que es esto?”.
La respuesta nunca ha variado.
Los beneficios son numerosos y permanentes. He conocido a personas muy especiales que
comparten mi gusto. Me he convertido en
una persona más saludable, energética, optimista, y sin duda soy más capaz de sobrellevar
los retos de la vida.
He encontrado un gran número de paralelos entre la
actividad de correr distancias largas y la vida en sí.
En los retos físicos, al igual que en la vida:
- Ayudarse uno al otro es esencial
- Se tiene que batallar hasta encontrar manera de
hallar una solución a lo que parece una tarea imposible
- Se debe de tener siempre una idea clara de la meta
- Es importante encontrar lo positivo en lo que
aparenta ser solo remar en contra
- Paso por paso se llega muy lejos
- Sin sacrificio no hay gloria
- Con balance entre cuerpo, mente, y espíritu la carga
es menor
La competencia de Western States se aproxima. Si bien la competencia no se compara con los juegos olímpicos y no llegare allí como el más veloz de los corredores mexicanos, si llego como el único representante de mi país y con eso en mente daré lo mejor de mí, a pesar de que a 13 días del evento me aqueja un dolor en el tendón izquierdo de la corva. No voy por los primeros lugares, pues a diferencia de los corredores elites, yo empecé a correr muy tarde en mi vida y no entreno de 160 a 250 kilómetros semanales como lo hacen ellos. No tengo el deseo de dedicar 30 horas por semana entrenando al igual que creo que nunca me gustaría competir en una de las muchas competencias de 200 millas que en los últimamente han brotado.
La competencia de Western States se aproxima. Si bien la competencia no se compara con los juegos olímpicos y no llegare allí como el más veloz de los corredores mexicanos, si llego como el único representante de mi país y con eso en mente daré lo mejor de mí, a pesar de que a 13 días del evento me aqueja un dolor en el tendón izquierdo de la corva. No voy por los primeros lugares, pues a diferencia de los corredores elites, yo empecé a correr muy tarde en mi vida y no entreno de 160 a 250 kilómetros semanales como lo hacen ellos. No tengo el deseo de dedicar 30 horas por semana entrenando al igual que creo que nunca me gustaría competir en una de las muchas competencias de 200 millas que en los últimamente han brotado.
Sin importar que suceda durante o después de Western, los momentos magicos que he vivido y las personas tan especiales que he conocido ya dejan un saldo positivo por siempre.
Robando la frase a Abraham de Coahuila (¡saludos,
primo!) digo lo siguiente: “Que tengan miedo los que no entrenaron”. Por voluntad propia he entrenado cuesta
arriba, cuesta abajo, a velocidad en pista, en recorrido largo, con calor, con
frío, con oscuridad, y con doble cruce en el Gran Cañón. Después de haber recorrido más de 200
kilómetros en tres días de ruta Western States siento que hice lo posible para
llegar bien. Me he propuesto llegar a la
meta acompañado con Poncho, un “pacer” de lujo, volteando hacia arriba evitando
llorar al ver la imagen de mi mamá sonriendo como últimamente se empeña en
hacer con frecuencia.
El niño ordinario de Ciudad Juárez que en su destino
se ha topado inevitablemente con distancias largas a pie y con veredas
polvientas reiteradamente en diferentes etapas de toda una vida llega a Western
States agradecido de todas las personas especiales que en menos de año y medio
ha conocido. Como película seguramente
repasare las imágenes de los momentos durante los cuales todos ustedes han
decidido compartir conmigo.
Soñé de niño con las historias en la tele sobre
personas que recorrían largas distancias y deseaba un día hacer lo mismo. Ahora me encuentro viviendo un sueño
insignificante para muchos pero el máximo para mí. En abril del 2014 terminé una competencia por
primera vez y solo 16 meses después estaré participando en el ultra maratón más
legendario del planeta. No creo en un destino predeterminado. He decidido yo mismo correr hacia lo que para
mí es mágico. ¿A ti que te inquieta?
¿Cuál es tu sueño? ¿En que piensas con mayor frecuencia cuando tienes tiempo
libre? Ve y búscalo. Allí esta.
Con Arnulfo Quimare Gutierrez un dia antes de Javelina 100.
Con mi hijo Myles alias Ramoncito Chingoncito, mi compañero de mil aventuras. Un incansable en cuanto a subir montañas, pedalear bicicletas por el desierto, y todo lo que tenga que ver con el aire libre. |
Con Myles en un mirador de Creel, Chihuahua. Julio 2014. |
Mujer Raramuri con hojas de palma para confeccionar canastas. |
Carrera nocturna (verano 2014) |
Otra de varias carreras nocturnas del verano 2014 |
...y otra nocturna |
(verano 2014) |
(verano 2014) |
(verano 2014) |
Arnulfo en Javelina 2014 |
Ramón Chingón con Julio (centro) y Rosendo (derecha). Febrero 2015. |
Hay sospecha cuando un Raramuri timido sonrie y un mestizo aparece serio en una foto. |
Rosendo (izq) con Juan. Reconocimiento de ruta de Crown King 50k, marzo 2015. |
Con Arnulfo en mi casa. |
Arnulfo fabrica sandalias con pneumaticos de auto en casa de Ramón Chingón |
Posando para foto con mi compadre Arnulfo Quimare. 2015. |
Con Arnulfo Quimare en montaña Camelback, Phoenix, Arizona. 2015. |
Al lado de Arnulfo Quimare con camisa prestada. |